Qué ¿resucitó? Posiblemente te sigas preguntando si resucitó o no. Por qué tanta gente dice que sí, que se sienten nuevos porque resucitaron con Él y tú, pobre hombre o mujer, continúes necesitado de auxilios. Quizás te hayas levantado igual que te acostaste: sabiendo que llegará un lunes en que no irás a trabajar porque no tienes trabajo; pensando en cómo darás de comer a tus hijos o en cómo evolucionará tu enfermedad o la de tu madre; necesitando quién te consuele o aclare tus dudas irresueltas; sabiendo que aquella persona a quien tanto quieres te colocó públicamente a los pies de los caballos y encontró excusas para hacerlo. Por ello puede que pienses que todos aquellos felices por la Resurrección son una panda de locos.
Pues perdóname pero no has entendido NADA. Quizás has querido ver en la Buena Noticia una suerte de manual de autoayuda para momentos puntuales de la vida, una especie de bálsamo de fierabrás que solucione problemas concretos. Pues ya lo siento porque te has equivocado. Los milagros existen, claro que existen, pero son eso, milagros. Luego está la providencia. Y también Dios en el otro.
Dale una vuelta a todo lo que te han contado y piensa en Dios en el otro. Dios actúa también en el otro, a través del otro: de quien se devana los sesos y arriesga sus caudales por crear empleo; de quien emplea su tiempo consiguiendo alimentos, ropa o dinero para atender a tantos como lo necesitan; de quien emplea su tiempo “libre” en atender al prójimo con sus propias manos; de quien cuida de enfermos o pone sus dones al servicio de la ciencia para que mejore la salud de todos, también la tuya o la de tu madre aunque quizás no les toque ahora, pero seguro la de otros en el futuro; del hermano que te consoló, y que puede que fuera quien te puso al día siguiente a los pies de los caballos en público. Es más, puede que incluso te des cuenta cuánto le sigues queriendo a pesar de todo. ¿A que sí? Pues claro, porque Dios también está en ti; ¿recuerdas? “No toma cuentas del mal”, como tantas veces escuchaste a Pablo en Corintios 1. Ahí está; ahí está Cristo RESUCITADO y VIVO. ¿Ves cómo también has resucitado con Él? ¡Si sigues amando!
No, que no están locos. Que ellos también tienen los mismos problemas que antes del Domingo de Resurrección. También se despertaron con legañas. Porque no es ESO; no hablan ni viven de un manual de autoayuda. Una vez que lo entiendas será cuando tu vida cambie y quieras ser tú mismo instrumento del Señor para que otros Vivan. Ser instrumento para acercar el Reino e ir aliviando este Valle de Lágrimas.
Si alguna vez vuelves a entender toda esta historia como un manual de autoayuda para buscar el instante melifluo más o menos duradero, ten presente una frase de San Alfonso Mª de Ligorio con la que @parroquiaps nos saludaba en Twitter la mañana feliz del Domingo de Pascua: “Vos resucitasteis después de tres días; por vuestra resurrección os pido me hagáis resucitar glorioso en el día del juicio final”.
De ahí viene la verdadera alegría, de la consciencia y seguridad de que Cristo murió y resucitó para darnos vida, sí, pero la Vida Eterna. Así, entendiendo eso, su donación absoluta por ti en concreto, puede que comprendas por qué a aquel amigo le sigues queriendo tanto a pesar de entregarte por otros; por qué tantos se donan por muchos. Así, entendiendo eso, seguro que querrás ser uno de tantos, de esos tantos. Así comprenderás la felicidad exultante que provoca creer en la Resurrección. Así amarás; sabiendo que está en ti, como está en el hermano.
Qué ¿resucitó? ¿A que sí?
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