Que no, que no vas tan mal. No te cuestiones tanto, no te
exijas tanto –al menos no te exijas todo-, no te tomes tan en serio. Haces lo que puedes y lo que puedes
lo haces de buena fe. Hoy Santi y Jota han publicado un nuevo #Narraluz, esa
dosis de poesía bidireccional entre la imagen y la palabra. Cualquier otro día
podrías haberte visto reflejado, pero hoy no. Las palabras podrían haberte
definido, pero la imagen mostraba aperos casi de scalada que te han abierto los
ojos porque, viejo amigo, no haces otra cosa. Puede que tu problema, el
principal de tus problemas sea que lo haces todo con corazón, ni con mucho ni
con poco, con todo el corazón; a veces pareciera que las emociones te
precedieran. Eres así y no lo puedes evitar, lo sabes. Pero relájate; date un
respiro. Te dueles tú y te duelen los demás. Pero haces lo que puedes y lo
haces de buena fe.
Aprende a mirar atrás y, como mucho, sonreír. Sin dolor, que
el Señor camina a tu lado. Prescinde de opiniones extemporáneas de quien ni
sabe, pero pide también por los inmisericordes, porque de lo que nos juzgarán a
todos será del Amor. Conoces Su voz, la única voz que importa, lo único que
importa. Sabes que, hoy en día, mirar hacia atrás no sólo es mirar a popa, es
mirar hacia abajo; no te fijes en el abismo, que ya sabes que tienes vértigo, fíjate
en lo ascendido y si caes simplemente sonríe, porque sabes que escucharás Su
voz, alzarás los ojos y encontrarás una mano a la que asirte con tu nombre
tatuado en su palma.
Vuelvo al #Narraluz, miro los aperos, me miro al espejo y miro
al fondo de los ojos de esa imagen. Y veo tantos motivos por los que sonreír
que, como me ha pasado hoy en PS, se me nubla la imagen por las lágrimas. Y me
veo en el regazo de María, como el Niño en el Icono, con la mano de la Virgen
sosteniendo la mía, aunque esté a punto de perder la sandalia; no hay
Arcángeles anunciando la Pasión, pero puede que si fijo la mirada aparezcan mis
demonios. Eso es bueno, porque sé cuáles son, y en brazos de la Madre (¡El
Perpetuo Socorro de María!) soy firmemente consciente de que Cristo me dio el
poder de vencerlos. Sonrío; sonrío y lloro.
Si hoy tuviera que hacerle un regalo a un amigo que me
quisiera le diría: “tranquilo, envaina la espada y cabalga tranquilo, de tu voz
escuché Su voz y la reconocí. La puerta está abierta. Estoy en PAZ. Gracias por
caminar delante.”
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