Un jueves 14 de marzo especial en el que he vivido una Oración ante el Santísimo que para mí ha sido simplemente especial: especial como cada jueves porque estábamos ante el Señor, realmente presente en la Eucaristía; especial porque, además, la meditación era sobre el Evangelio del domingo anterior y se nos ofrecía a todos la posibilidad de la Reconciliación; especial porque colocaron unas manos sobre mi cabeza y recibí el perdón; especial porque fue toda una sorpresa encontrarme con alguien querido; especial por un sobre que me dio para María y para mí, con una invitación y unas entrañables palabras (sólo el gesto ya fue especial); especial por las caras nuevas; especial porque ha sido el primer jueves eucarístico en PS siendo ya Francisco, Papa; especial porque pedimos por él, el nuevo Pastor que el Señor nos ha regalado; especial porque también se pidió por la fidelidad del rebaño a su Pastor.
Yo tuve la suerte de poder seguir la misa que Francisco, Papa, presidió en la Capilla Sixtina y que retransmitió 13tv. Una de esas homilías que me hacen elevarme unos metros del suelo. Brevísima y casi a golpes de tweet. De una normalidad y claridad inusuales. Tengo aún en la cabeza bastantes frases que me reservo para Completas. Magnífica. Muchos la aplauden, aunque no sé muy bien si muchos de los que lo hacen se han parado a pensar en la sutil diferencia entre la caridad y la filantropía, porque aunque esté muy bien que, como dice Mateo, “el que no está contra nosotros, está con nosotros”, no es lo mismo. No lo es. Ese “no es lo mismo” me recuerda que un amigo lo usa bastante últimamente. No es lo mismo una ONG (que están muy bien, dicho sea de paso, son necesarias y cumplen una sensacional labor social; yo colaboro con alguna ONG laica) que la Iglesia. Evidentemente, no lo es. Por muy evidente que sea no es lo mismo decirlo que callarlo, no lo es; y a mí me ha encantado oírlo y oírselo a un Papa como Francisco de quien nadie podrá decir que su prioridad no hayan sido siempre los más débiles. Porque nos pongamos como nos pongamos, no es lo mismo. Guste o no oírlo. Por mucho que haya quien se empeñe en mundanizar o banalizar todo hasta el extremo; creo que hacerlo o no tiene mucho de la fidelidad de cada cual, por mucho buenismo que se ponga en el empeño.
El caso es que ahí estaba cada cual y, todos juntos en comunidad, orando a Dios. En gerundio, en movimiento.
“Cuando nos detenemos, la cosa no va”, dijo también en la homilía. De manera que yo así sigo, scalando en familia camino de la Pascua.
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