Tan tranquilo estaba yo tras Nona, y a vueltas con la lectura breve propuesta - “Rompe tus pecados con obras de justicia y tus iniquidades con misericordia para con los pobres, para que tu ventura sea más larga” (Dn 4, 24b) – tan tranquilo digo, cuando se me ocurrió ojear el periódico, y voltear la página fue como recibir un tremendo bofetón. Bofetón en toda regla cuando creí leer esto: “Los mendigos no son humanos, son un cáncer”. Pensé que no podía haber leído bien pero, tras fijar de nuevo la vista en el titular, comprendí que el bofetón no hacía sino acercarme una vez más a la realidad.
La frase que entrecomillo arriba no es una simple barbaridad soltada entre los vapores del alcohol en un bar cualquiera, no; corresponde al escrito de defensa esgrimido por un abogado en la Audiencia Provincial de Madrid (Por qué recordaré yo ahora el “¡Mundo no te conozco! ¡Adiós, tribunales!” que pronunciara el joven abogado Alfonso de Ligorio el día que abandonó el ejercicio de su profesión?). Un horror, además de una iniquidad. ¿Se imagina alguien a Jesús, en lugar de en Nazaret, en la Audiencia Provincial de Madrid, no leyendo el mencionado escrito sino desenrollando el libro de Isaías y diciendo con voz firme: “El Espítiru del Señor está sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar a los pobres el Evangelio, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”? ¡Qué escándalo!
La citada noticia muestra algunas realidades crueles:
1.- La realidad de la pobreza; la alarmante pobreza que nos rodea. La pobreza de uno es injusta en sí misma, el aumento diario es un escándalo indigno del rebaño del Señor, ahora que oramos por un nuevo Pastor, un escándalo indigno del género humano. La mendicidad mostrada como enfermedad no de una sociedad enferma, sino de quien se ve abocado a ella. ¡El colmo! Una sociedad que no defiende la vida de quien aún no ha nacido, ni la dignidad ni la vida misma de sus congéneres es la que realmente no es humana. Una sociedad cuyas estructuras permiten la existencia de estas realidades es una sociedad enferma; impregnada por el pecado.
2.- La realidad de cómo el mal anida en el corazón del hombre. ¿O no anida el
mal en quien –presuntamente- agrede hasta dejar en coma a un mendigo por refugiarse en un fotomatón? ¿O no anida el mal en quien considera –presuntamente- que un semejante no es humano por mendigar? Anida sin distinguir categorías ni estatus.
3.- La realidad del pobre a la intemperie y la de un pobre hombre de corazón helado.
El letrado en cuestión tiene toda la razón, lo admito, los mendigos no son humanos. Si presto mis ojos para no ser yo, Enrique, el hombre que habita una masa de células quien mire, entonces me doy cuenta de que no son humanos. No deben de serlo, porque me acercan a reconocer facetas del rostro de Cristo. Palidece su humanidad para enaltecer el lado divino de todo hombre por ser eso, hombre a semejanza de Dios. Su tristeza, su dolor, su suciedad, su olor, su desesperación, sus miradas perdidas, su frío, su hambre, su soledad no son ya suyas, son las de Él y uno las hace propias. Y el paso lógico de esa mirada es pasar de prestar los ojos a prestar las manos…
El pasado domingo, comentando la parábola del hijo pródigo, recuerdo que dije que yo no creía que estuviera todo perdido para el hijo mayor de corazón helado, como no lo estuvo para el menor, porque el Padre todo misericordioso es infinitamente paciente. Pues eso… ¡Cómo me gustaría que el abogado de corazón helado leyera, comprendiera y asumiera las palabras de la lectura de hoy para Nona!
¿Seguimos asomados al balcón o nos metemos en el fango?
este post y el siguiente ENORMES
ResponderEliminarUn abrazo
javier
¡Gracias! Un abrazo
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