Hace muy poco, durante la celebración de una Eucaristía, me asaltó el recuerdo de la de un 19 de mayo tras la que me vi impulsado a adentrarme en el desconocido espacio de una sacristía, en lo que hoy es una extensión de mi casa, para mi y para mi familia.
El Señor hace las cosas, va marcando caminos y uno puede seguirlos o no, aceptar la invitación o rechazarla. No impone: suscita, invita, propone, y lo hace una y otra vez, incansablemente; nos ofrece oportunidades a cada momento. Es cierto que puede que no estemos predispuestos a verlas, o que abiertamente miremos hacia otro lado. Pero tengo algo muy cierto: en la Eucaristía todo se aclara, todo se hace más evidente y palpable cuando desde el inicio, en la propia actitud del sacerdote resplandece sin tapujos ni mediocridades el Alter Christus que verdaderamente es. Y que es sólo él en virtud del Orden, no el pueblo de Dios presente. Él y nadie más quien nos hace presente a Cristo; él y nadie más quien hace posible la actualización del Sacrificio Redentor. Y esa realidad todo el mundo la entiende, a todo el mundo le gusta y a todo el mundo ilumina. Porque cuando resplandece el sacerdote es Cristo quien resplandece en él.
Salvando las distancias entre uno y otro, han sido dos momentos reestructuradotes y reparadores para mi. No importa que aquel 19 de mayo fuera un recién ordenado presbítero quien presidiera una misa de diario, ni que la reciente lo hiciera un sacerdote casi tres años mayor; no importa porque no es la persona, lo importante es el sacerdote.
Todo tiene su tiempo y todo tiene su momento. A mi me pasa un poco lo expresado por Rubén Darío en el poema con el que da comienzo a sus Cantos de vida y esperanza, “… muy antiguo y muy moderno”. Misas de campaña, de grupos, comunitarias, participación de los fieles entusiasta o más bien retraída, gregoriano, guitarras, rock, órgano… lo que se quiera porque me gusta todo, pero cada cosa en su momento y en su lugar, y a lo que estamos. Y a lo que estamos ni es una obra de teatro ni nada que se le parezca. La participación de los fieles –ya sean niños, jóvenes, adultos o ancianos- cuanto más entusiasta y fervorosa obviamente que mejor, pero incluso en esto, cada uno a su ritmo; participación hasta donde llega, porque las palabras que se señalan como exclusivas del sacerdote de él son exclusivas -y lo son no en virtud de su propia persona- y no de los fieles quienes o respondemos amén o nos damos la paz y punto. Y esto a nadie molesta, no así lo contrario que realmente puede llegar a escandalizar; a mi desde luego me han escandalizado algunas actitudes, o más bien una celebración en la que incluso el Evangelio fue un teatro reinterpretado para dar protagonismo todavía no sé muy bien a quien. Me marché de allí de inmediato, cierto, pero desde entonces nada ha sido igual, porque hay cosas que tardan en sanar. Pero como el Señor hace las cosas a su modo, de mano de otra misa y del sacerdote que la presidió, llegó la paz.
No hablo nada más que de un sacerdote –el que sea, de la edad que sea y la nacionalidad que sea- cercano, sencillo, profundo, humilde, claro, natural; porque no estoy hablando de envaramiento ni actitudes tridentinas. Y si el oficiante no está de humor sabrá sencillamente ser discreto. Que tiene buen día y además se muestra comunicativo y hasta simpaticón, pues mejor que mejor, pero obviamente no es de eso de lo que hablo.
Lo que está claro, guste o no, es que no somos lo mismo los laicos que los sacerdotes, por mucho que haya quien se empeñe en ello no sé muy bien con qué objeto.
El caso es que yo doy gracias a Dios, también, por esta reciente Eucaristía que me recordó por un instante a la de un 19 de mayo. Y con ese agradecimiento me quedo, muy antiguo y muy moderno, sí, que al fin y al cabo la Eucaristía es todo un Canto de Vida y esperanza.
Un abrazo, mi buen hermano, pide Luz como lo hago por tí y por mí para cuando llegue lo que
ResponderEliminarestá entrando te coja la misma buena voluntad
pero bien preparado.Si quieres visita mi blog
y....medita con El que siempre está dentro de
nosotros... " Siempretú Francisco Novo Alaminos.