Ayer jueves, día del amor fraterno, el tweet de @pontifex_es
nos instaba a acompañar a nuestros sacerdotes con el afecto y la oración. Una
cuestión de mínimos que, como tales mínimos, en demasiadas ocasiones ni
siquiera cumplimos.
Hoy, viernes, unos cuantos han venido conmigo y mi familia a
recorrer las visitas a los Monumentos por Santander. Algunos están siempre en
mi corazón y en el consciente e inconsciente familiar y nos los hemos traído
por esta calurosa y soleada mañana. Comenzamos por casa, por la Parroquia
Redentorista de la Inmaculada (donde ayer echamos una pequeña mano y
participamos activamente en los oficios), continuamos por los Carmelitas,
Siervas de María, Santa Lucía, la Compañía, Jesuitas y terminamos de nuevo en
casa, en los Redentoristas. Llevarlos en el corazón, en lugar de ser una carga,
es un gozo que eleva, y dedicar la oración ante Jesús Sacramentado por
nuestros sacerdotes, por dos diáconos que lo serán en breve, por algunos
estudiantes y tres postulantes, es casi como retroalimentar lo que recibimos de
ellos.
He leído con detenimiento la homilía de la Misa Crismal de SS
el Papa Francisco, y me ha reafirmado en que somos unos auténticos
privilegiados por la Familia de la que formamos parte, por los religiosos y
sacerdotes que nos acompañan a diario, por la comunidad en la que vivimos y
crecemos en nuestra fe. Estos días unos permanecen en sus parroquias atendiendo
al pueblo de Dios, otros han salido a celebrar en comunidad con los grupos que
dirigen o acompañan, otros con misiones juveniles. Somos unos privilegiados.
Más allá de la preciosa introducción sobre el óleo, la vestimenta sacerdotal,
la belleza de lo litúrgico que es “presencia
de la gloria de nuestro Dios”, o mejor, también como consecuencia de todo
ello, llega la acción y el ejemplo que SS nos ofrece para descubrir cómo
reconocer a un buen sacerdote –simplemente un ejemplo de los muchísimos que
podría haber puesto- según ande el pueblo que pastorea; ejemplo bien concreto: “cuando sale de misa con cara de haber
recibido una buena noticia”. Bueno, pues creo que quien haya leído alguna
de mis entradas imaginará con la cara que salimos de PS tras la misa de 21h los
domingos habiendo escuchado una homilía del sacerdote que suele presidirla (tiene esa extraña
virtud de hacer sentir a todos, y a cada uno de manera individual protagonista del
Evangelio y la homilía), o tras una homilía cualquiera del P Olegario Rodríguez,
del P José Luis Marra-López o del P Antonio Roncero o esas veces en las que el
P Nicanor Brasa, el Párroco de PS, se crece de tal forma, como en las misas de
envío, que casi tengo ganas de salir corriendo a contarlo, o la alegría que
siempre muestra el P Pedro López, o el P Octavio Hidalgo profundo y bueno…
cualquiera. Sé que puede no ser muy habitual para muchos, pero qué suerte
tenemos, la verdad. Porque como dice el Papa, todos agradecemos el Evangelio
predicado con unción que es cuando realmente llega a nuestra vida diaria y
percibimos en primera persona la Buena Noticia.
Cada uno con un carácter propio, pero siento que en esa
homilía SS, al describir al buen sacerdote, lo que debiera ser el buen
sacerdote, no encerrado en sí mismo sino en el mundo y saliendo a la gente,
predicando con unción, ha estado describiendo a “mis” sacerdotes.
Puede que precisamente por eso, para mí, esa recomendación de
@pontifex_es resulta algo natural, lógico y cuestión de mínimos. Puede que
precisamente por eso, para mí, ir scalando en Familia con los hijos de San Alfonso María de Ligorio
ha supuesto, de manera espontánea, ofrecer corazón, oración, manos y tiempo.
Pero para quien esto lea y no tenga de forma habitual la
suerte que nosotros tenemos, quizás ofrecer afecto y oración suponga contribuir
un poquito a reactivar el “corazón presbiteral”
de “sus” sacerdotes. De vuelta a casa, en los Redentoristas del Alto de
Miranda, durante la última visita a Jesús Sacramentado, es por estos sacerdotes
a quienes no conozco por quienes he rezado.