Aquí estoy de nuevo, tecleando tras un pequeño parón. Un
comentario no publicado, bastante poco agradable, me hizo replantearme qué
hacía yo escribiendo y “posteando”. Revisión de entradas antiguas,
introspección… pero nada realmente claro.
Una conversación vía Facebook con una amiga la semana pasada;
un tuit desde Argentina diciendo que @CasanuevaE estaba consiguiendo que San Alfonso se colara entre los santos favoritos de
alguien; los problemillas e inquietudes de algún amigo, y una persona de Madrid
a quien no conozco que recurre a otro mensaje para que le recomiende quién le
podría acompañar (le pregunté edad y si lo que quería era una conversación
esporádica o buscaba un acompañamiento periódico, constante y consistente al menos de manera inicial, ya que
nada tiene que ver una cosa con otra) le di algún nombre y un teléfono común.
Contrastados los dos párrafos anteriores, y visto que la
capacidad de provocar daño es nula y, si la hubiera, es mucho mayor la
inesperada ayuda que pueda producir, continúo con mis cosas. Siempre he tenido
el convencimiento de la importancia de tratar de medir adecuadamente mis palabras
para que la intención estuviera matizada al menos por las formas; no habiendo ánimo alguno de resultar hiriente,
lo que constato es que, en ocasiones, son los nubarrones internos los que
pueden convulsionarnos bajo el pretexto de excusas irreales. Responder a
una caricia con un aspaviento ocurre, que hay gente para todo.
De todo ello he aprendido que es bueno verse interpelado por
los demás, y que las cosas, palabras o actitudes más nimias pueden ser
devastadoras o bien engrandecerse cuando es el Señor quien está tras ellas, sea
en un saludo, un mensaje, un tuit o un mano a mano. Como me reafirmo en lo
complejo y raro que soy, porque me siento infinitamente mejor cuando me piden escuchar que
cuando soy yo quien habla, cuando puedo ser de alguna ayuda que cuando generosamente
la obtengo.
Resumiendo, que como la niña del Evangelio de hoy,
simplemente dormía, y ha habido quienes, sin saberlo unos y consciente otra, me
han dicho que me levantara.
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