Ya todo el mundo sabe que hoy, a las ocho de la tarde, comienza el período de Sede vacante en la Iglesia. Rezar , hay que rezar para que el Espíritu actúe en los Cardenales electores y éstos, libre y conscientemente, se llenen de Él y decidan en consecuencia; inspirados desde el corazón de Cristo.
La renuncia de nuestro todavía Papa, Benedicto XVI, es para mí una inmensa lección de cómo afrontar los problemas que me sobrevengan: desde Cristo. Con Él a mi lado, que no me abandona. Todo acto consciente de ponernos a los pies de la Cruz , no es más que una respuesta voluntaria, una aceptación a la previa invitación de Quien ya está con nosotros. La libertad está en aceptarlo o no, en disponernos o no. Invita, no obliga. Una invitación al abandono y a la acción prescindiendo de nosotros mismos. Ni en nuestros gozos, ni en nuestros sufrimientos, ni en nuestras necesidades inmediatas; solamente desde Él. Ojala no lo olvide llegado el momento. Con la mar como un plato – estando la mar bella como decimos en Santander- remar es fácil; lo complicado es hacerlo ante la tempestad.
Rezar. Tengo un amigo que, desde el primer momento del anuncio de la renuncia de S.S., aconsejó orar. Orar. No malgastar tiempo ni esfuerzos en especulaciones. Orar. Una muestra más de la sensatez y profundidad de mi amigo. Segundo plano y oración. Y orar con confianza, como nos enseña el Doctor de la oración, San Alfonso María de Ligorio – “…todo cuanto pidáis en la oración creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” (Mc 11, 24)-; y desde el Amor, amando y sabiéndonos amados a los pies de la Cruz : “Mira sus brazos extendidos para acoger, su cabeza inclinada para darte el beso de la paz, su costado abierto para recibirte en su corazón ¿qué dices delante de este Dios que tanto nos ama?” (San Alfonso). Y orar además con alegría, porque somos cristianos, como nos indicaba ayer el propio Papa por Twitter vía @Pontifex_es.
Renuncia que es una catequesis en sí misma. Renuncia por la que me admiro y de la que todos debemos aprender, no por la renuncia en sí, sino porque es dar respuesta, prescindiendo de sí mismo, desde el corazón de Cristo.
Rezo por el anciano Pontífice que dejará de serlo a la ocho de la tarde, y desde las ocho de la tarde lo haré por el sucesor de Pedro. Ha surgido en alguna red social una iniciativa que viene a ser algo así como adoptar a un Cardenal para rezar por él. Bueno, yo es que soy muy bruto y muy raro. Yo por lo que voy a rezar es por lo que señalaba en el párrafo inicial de esta entrada, que es tanto como hacerlo por Pedro, sea cual sea el nombre que tome su próximo sucesor. Sin personificar más que en él. Sin ideas preconcebidas; con confianza, con amor y con alegría.
Y rezaré para que todos, todos, una vez que los Cardenales hayan elegido al nuevo Papa, le acojamos con confianza, amor y alegría. Para que, sea quien sea, se adapte o no a lo que a mi personalmente me pudiera gustar más o menos, parecer más o menos idóneo, le acoja con confianza, amor y alegría. Porque quizás, la idea que yo pueda tener, lo que a mi me pueda gustar, no sea ni lo idóneo, ni lo útil, ni lo sensato, ni lo bueno, ni lo que la Iglesia necesite; puede que no sea lo que Cristo quiere para su Iglesia. Y la Iglesia es su Barca, de Él, no nuestra.
De modo que en mi casa estos días vamos rezando sencillamente por el Papa. También dando gracias a Dios por el pontificado de Benedicto XVI, que se va sabio, humilde, libre y prometiendo obediencia total al nuevo Papa. Sí, obediencia total. Y reverencia.
Hoy en misa de 20h pediré por la Iglesia y por lo mismo que decía al comienzo, como lo haré en la Oración ante el Santísimo a las 21h en @parroquiaps.
Mientras tanto sigo scalando en Familia, con la seguridad de que, aunque la Barca parezca al pairo, Cristo está en ella. De manera que: Fiat.
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