La carne de gallina se me puso hoy en PS mientras leía la
primera lectura en misa de 12. “…como si estuvierais en su carne”. Creo que
este es un ejercicio necesario: ponernos en la piel del otro para mejor
comprender y mejor amar. Cada quien sufre su propia batalla y de esto no somos
conscientes a menudo, ni respecto a quienes tratamos con más o menos asiduidad,
ni con quienes nos cruzamos por la calle, ni con los lejanos. Demasiadas veces
miramos sin ver tanto al prójimo próximo como al prójimo alejado. Vamos
demasiado apegados al “yo” por la vida, y así solamente podemos sentir las
ocasiones en las que somos objeto de las críticas, de los prejuicios que tan
frecuentemente ahogan corazón y razón de quien los tiene y marginan a quien los padece, pero no sólo no caemos en la cuenta de
los sufrimientos del otro, sino que con nuestra actitud, aunque sea inconsciente,
podemos aumentar el dolor en las batallas ajenas.
Y qué decir de “el Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá
hacerme el hombre?”. Podemos decirlo en alto o mentalmente, repetirlo hasta la
saciedad, pero mientras no nos lo creamos, mientras no lo interioricemos no lo
haremos Verdad. Ni nos deja, ni nos abandona. ¿Podemos decir lo mismo? ¿Le
dejamos? ¿Le abandonamos? ¿Y al hermano? Con esta reflexión en la cabeza
acudiré esta tarde, a las 20:30 a mi parroquia, al Santuario del Perpetuo
Socorro de Madrid donde tendremos una Vigilia de Oración con motivo del día del
Ayuno Voluntario y la campaña de Manos Unidas “NO HAY JUSTICIA SIN IGUALDAD”.
¿Alguien se apunta?
La carne de gallina mientras leía. Luego tocó escuchar, y …esa
cabeza de Juan… ¿A cuántos Juanes habré entregado sin darme cuenta?
Al acabar la Eucaristía me acerqué a agradecer a San Alfonso
porque me hubiera escuchado e intercediera, porque ni le dejará ni le abandonará.
Escuchárselo ayer en alta voz me puso también la carne de gallina.
Ahí vamos, scalando en Familia, y tratando de que ese “…como
si estuvierais en su carne” sea una realidad para mi.
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