Ya están cerquita; en unas horas harán su entrada en los
hogares los Reyes Magos. En casa los nervios ya van siendo evidentes…
Lo importante es que esos sabios llegaron, siguiendo una
estrella, a adorar al Bebé Redentor. Más allá de los regalos, lo fundamental es
llegar con el mismo ánimo que ellos ante Él. Para ese recorrido son muchas la
lucecitas que nos alumbran en el camino, otra cosa es que las veamos o no, que
queramos reconocerlas a o no, que estemos o no abiertos a ese camino interior.
Yo reconozco las que me vienen iluminando a mí; puede que no todas, pero si muchas
de ellas que, brillando con mayor o menor intensidad, lo hacen como reflejo de
Su Luz. Algunas están a diario a mi lado, y por mucho que mi torpeza a veces
sea como un huracán que quisiera apagarlas, ahí siguen, imperturbables y
luminosas (alguna de ellas, si me lee, ya esté en el norte, en el sur, o en
Madrid, sabe bien a qué me refiero). La lectura hoy de una reflexión publicada
por un gusiluz espiritual sensato, tranquilo, mesurado y profundo como pocos me
ha hecho darme cuenta de esto; tanto de mi torpeza como de las pequeñas
luciérnagas que hay en mi vida.
La cuestión es si, recorrido ese camino interior, reconocidos
los errores, admirado por el Redentor, y arrodillado ante Él, soy o no capaz de
convertirme en una diminuta lucecita, si soy capaz de alumbrar mi hogar,
mi entorno; si alcanzo o no a ser un tímido reflejo de esa Luz para los demás,
aunque solamente sea para una persona. Porque si uno no es capaz de transmitir
lo que siente, lo que vive, aquello en lo que cree, de poco vale. De poco o de
nada, porque la fe, la Palabra, la Vida, el Amor, no es para uno mismo sino
para los demás; se trata de algo de lo que uno no es propietario, sino custodio
y mensajero. Los dones y las gracias no son un producto de autoconsumo, son
regalos para compartirlos; además, cuando se es consciente de ello eso es
precisamente a lo que te ves impelido.
Y mientras me acerco al Niño a adorarle, mis hijas, ya van
viviendo los nervios de los Reyes que esta noche llegarán, como a muchos
hogares aunque no a todos. Nervios que les hacen parecer lagartijas imposibles
de cazar. Antes de acostarse prepararemos, como cada año, todo lo necesario
para que Sus Majestades y los camellos reposten convenientemente; rezaremos al
Niño de manera especial, y de manera especial pediremos por todos los niños que
no viven una Navidad como nosotros, por los que no viven una vida como la
nuestra, que desgraciadamente cada vez son más. Y mañana, tras las sorpresas,
las ilusiones, y los corazoncitos palpitantes a velocidad máxima, iremos a misa
de 12, 30 a nuestra parroquia Redentorista de Santander, todos, nosotros cuatro
con mi madre. Adoraremos al Niño y le pediremos poder ser unas minúsculas
luciérnagas.
A todos ¡Feliz Noche de Reyes!
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