Acabas de nacer a la Vida, la Luz de la Eterna Claridad
brilla ya para ti. Así es como yo lo veo tío Javier, y así es como lo vives tú
ahora. Yo no pienso en la parca con su implacable guadaña. Pienso en la
consumación de los tiempos de cada persona porque creo en la Redención y en la
Resurrección.
Claro que aparecerá el dolor en quienes te queremos, pero
también quedan los recuerdos. Y los míos sobre ti van siempre unidos a las
vacaciones, a la casa en Hernán Cortés y, por lo tanto, a los abuelos, a Tía
Meme, a los primos. Son recuerdos felices, no por estar principalmente ligados
a las vacaciones, son recuerdos felices y serenos porque si algo es
indiscutible es la bondad que irradiabas. Cuando piense en ti siempre pensaré
en un hombre bueno; esa es la constante en mis recuerdos de niño, de joven, de
hombre. Y si esa es la constante tras el filtro de los años, es que esa es
realmente la esencia: bondad.
La felicidad del hombre es curioso que sea tan terrena, tan humana,
sólo en los acontecimientos alegres de la vida. Cuando esa felicidad prevalece
en los momentos duros, lo hace porque viene de la mano de la fe, de la mano de
Dios. San Alfonso nos dice: "Alégrate de tu dicha, pues siendo Dios la
fuente y el origen de ella, en Él te debes gozar y consolar". Y hoy más
que nunca Él será reposo, Él será gozo y consuelo para Tía Meme tras toda una
vida a tu lado. (Ahora que soy padre, me sobrecoge pensar en la educación que
los abuelos dieron a sus hijos, y que resplandece en ella, como lo hace en mi
madre, conjugando fe, dignidad, entereza y sentido del deber en unas dosis tan
difíciles de alcanzar). Consuelo también para los primos y los sobrinos.
Me ha llamado Ana para decirme que te acabas de encontrar
cara a cara con tu Redentor. He rezado y me he puesto a escribirte estas
palabras con el cariño de un niño de rizos rubios y con la fe de un hombre adulto
que va perdiendo el pelo ya oscuro; con el dolor del cariño y con la alegría de
la fe; desde el cariño constante y la fe consciente. Son el cariño y la fe que
ofrezco por ti en oración.
Que goces de la contemplación de Dios por los siglos de los
siglos.