Cada 28 de diciembre tengo un recuerdo especial por nuestras
dos criaturas que no llegaron a nacer. El Señor las reclamó para sí antes de
que vieran la luz del sol para ver directamente las de su Amor. Nunca me he
preguntado por qué. La ilusión de la espera, la ilusión y el amor que generaron
sus breves meses de existencia fueron un regalo, aunque no llegáramos a verles.
Creo que poder contemplar la vida de esta manera no es más que una gracia, otro
regalo para nosotros.
Pero los realmente inocentes en el día de hoy son todos
aquellos que no llegan a nacer porque alguien decide que no nazcan, que son
incómodos, que complican la vida, que no serán perfectos a los ojos humanos,
que vienen para terminar de destrozar vidas de antemano destrozadas, a arruinar
corazones sin fortuna, a eliminar adolescencias ya perdidas bajo el imperio del
sexo; los inocentes hoy, son aquellos que no han llegado a nacer porque les han
matado. Ellos son santos e inocentes. Yo hoy pido por sus madres, por las que
se vieron sin ayuda, asustadas, desamparadas y a las que la sociedad, y tantas
personas de manera individual, no les ofrecieron otra salida que el aborto. La
vía rápida. Hoy las contemplo con misericordia en su dolor, y pido por ellas.
Pero pido también por quienes simplemente lo hacen por una cuestión de
incomodidad, sin el más mínimo remordimiento: que el Señor ablande su corazón y
conozcan también de manera activa, no solamente pasiva, la misericordia. Como
pido por todas aquellas personas que participan de esa barbarie, sea como
sanitarios, como consejeros, como asistentes o como lo que sea; por los que
tienen responsabilidades médicas, como padres, como asistentes o como
consejeros espirituales, que de todo hay. El Señor se apiadará de ellos, que
ellos se apiaden de los inocentes. Porque en muchísimas ocasiones víctima es la
madre, pero mucho más lo es el inocente indefenso en el seno de su madre.
No son los únicos. Igual de inocentes –ni más, ni menos- son
todos los niños que a diario mueren de hambre en el mundo o víctimas de la guerra, los niños
maltratados, abusados, manipulados, los niños soldados, los empujados a la
prostitución. Por ellos pido. Pido por los niños que sufren por situaciones
individuales y por quienes lo hacen a causa de unas estructuras viciadas y mantenidas
por sociedades enfermas.
No abrimos los ojos, no acabamos de abrir los ojos. Y no lo
haremos si antes no abrimos el corazón. Por eso, a los Santos Inocentes les pido hoy que intercedan por nosotros, ya que “los niños Inocentes
cantan alabanzas al Señor; lo que en esta vida no pudieron hacer lo han
realizado después de su muerte”.
Yo también me uno a tu oración por esas vidas radicalmente exterminadas...
ResponderEliminarUn saludo y feliz Navidad.
Bellamente expresado, como siempre Enrique. Mi oración se une a la tuya y a la de otros tantos, con la esperanza y confianza de que pare esta tragedia.
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