Esta es una de esas ocasiones en las que se me hace difícil
escribir la entrada en el blog. Se me hace difícil porque las palabras se me
agolpan a borbotones con la misma intensidad que los sentimientos. No es que no
tenga palabras, es que ahora ni sé cómo estructurarlas, porque todas se hacen
pequeñas, diminutas, si trato de expresar lo vivido esta tarde, si trato de
mostrar el agradecimiento y el cariño. Gracias, gracias, gracias.
A las ocho y media, en mi casa, en el Santuario del Perpetuo
Socorro de Madrid, tuvo lugar un funeral por mi padre. Las voces de parte de
mis queridísimos jóvenes de la parroquia anunciaban la entrada de parte de mi
Familia: Jorge Ambel un sacerdote al que quiero como a un hermano, Nicanor Brasa, Pedro López, Marciano Vidal,
Juan Antonio González Terrón, Octavio Hidalgo y el diácono Damián Mª Montes. Y
en los primeros bancos mi familia al completo, con la excepción de Nacho, mi
ahijado, que no pudo venir desde Santander. Y un templo repleto de Amigos;
amigos de mis padres, de mis hermanos, de mi mujer y mis cuñados, de mis
sobrinos, mis “comunitarios” Laicos de PS, los hermanos del Grupo
de Matrimonios, muchas personas de la parroquia, amigos míos.
Y el respeto de un silencio sepulcral, roto solamente por el
amoroso sonido de las voces del coro o de quien presidía, el Padre Jorge Ambel Galán.
Si en algún momento contuve las lágrimas estas no fueron
producto de la pena sino de la emoción de recibir y experimentar tanto Amor. No
puedo expresarlo de otra forma. Todo en sí mismo era una inmensa oración por el
eterno descanso del alma de mi padre. Era tal la fuerza que podía haber habido
una gigantesca explosión de Amor.
Y ante esto uno simplemente puede decir, tímidamente,
gracias. Ni siquiera con mayúsculas. He vivido el cariño de la comunidad
Redentorista, de los jóvenes, de todos quienes hicieron el esfuerzo por hacerse
presentes, desde los más jóvenes a los casi centenarios; y a él uní todas las
expresiones de afecto recibidas estos días.
La cercanía de ese hermano con mi madre, el afecto de Pedro
con ella, las palabras de Nicanor, el calor de todos. Y esos jóvenes a quienes
tanto quiero, y todos, todos, todos.
La emoción de mis hermanos, la enhorabuena de mi madre por
esa Familia, tantos amigos.
Aún floto entre el aturdimiento y el agradecimiento, pero con
la paz y la alegría que no son producto más que de la fe. Porque lo más
importante, lo importante, lo único importante es Él, entorno a Quien todos
estábamos reunidos. Y el Perpetuo Socorro de María, el Icono con la Virgen sosteniendo al
Niño, la Madre en cuyos brazos se durmió mi padre para despertar en el cielo.
Cuando uno no sabe qué decir, o cómo decirlo, lo normal es
que sea mejor callar; pero yo no lo hago, de modo que: GRACIAS, GRACIAS,
GRACIAS.
hermano que Dios y la Virgen del Perpetuo Socorro siempre te conceda palabras de agradecimiento haberte regalado por todo este tiempo a tu padre y tu comunidad haber estado contigo en estos momentos..ahora que lo tienes en el cielo sabes que tiene alguien..intercediendo por ti y por todos.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarNuestra fe, nos deja el consuelo y el gozo del reencuentro, por mucho que el corazón llore en esta tierra. Nuestra mayor alegría debe ser, que alguien muy querido goza ya de un amor, belleza y consuelo sin fin. Encomiendo a todos y llevaré a tu padre en mis oraciones. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias Ángelo por tus palabras y tu oración.
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