Algunos tweets intercambiados estos días con gente mucho más
buena, mucho más sensata y mucho más erudita que yo, me han inquietado. Tanto
como me inquietan a veces los intentos del cambio en el lenguaje, que yo veo no
como intento de adaptación de un determinado mensaje, sino como una
estructurada y estudiada manera de ir vaciando de contenido ese mensaje, para
que al primer soplo desaparezca. Sé que la intención de los autores de esos
tweets es cualquier cosa menos esa, pero también sé que ciertas corrientes que
vienen de muy lejos van calando lenta pero firmemente en la sociedad y tratan
de ir avanzando en sus objetivos. Me preocupa no porque crea que finalmente
acabarán venciendo, que no lo harán, me preocupa como cuando veo equivocarse a
mis hijas. A unos les quiero, a otros les aprecio y a todos les tengo en
altísima estima. Si no fuera así, sus opiniones me resultarían abiertamente
indiferentes. Pero sé que cielo y tierra pasarán, más Su Palabra no pasará. No
pasará, aunque se presente –con la mejor intención- para animar a su lectura
como unos textos meramente poéticos. Lo que me ha hecho pensar en la poesía
pura, recordándome estos versos de León Felipe:
“Deshaced este verso,
Quitadle los caireles
de la rima,
El metro, la cadencia
Y hasta la idea misma…
Aventad las palabras…
Y si después queda algo
todavía
Eso
Será la poesía”
El caso es que la vida de todos ellos muestra que, aunque le
quiten los caireles de la rima, expanden la idea misma a cada paso. Pero yo soy
más de al pan, pan y al vino, vino. Con naturalidad y sin tapujos. No hablar
con claridad, acogida, misericordia y un lenguaje atractivo, actual y adaptado –pero
al grano- al medio/largo plazo puede traer desiertos tan áridos como el de
Atacama.
Y por aquello de las cosas claritas, con claridad les hablo a
mis hijas. Tras unas fechas en las que mis pequeñas han tenido la suerte de
vivir con toda la normalidad de la Vida el paso de la muerte, ayer les hablaba
de esa “Virgen”, una joven llamada María, y tras colocar el Belén y rezar ante
él en lugar de hacerlo ya en sus camas, las he explicado que esta Navidad
acogeremos al Niño Dios con más ganas que nunca y lo celebraremos todo con
renovados ánimo e ilusión porque será la primera que su abuelo Juan pase en el
cielo.
Uno, que es así de bruto.
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