«Esos son los que vienen de la
gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre
del Cordero.» (Apocalipsis 7, 14)
El día de hoy, 1 de noviembre, señalado por la Iglesia para guardar memoria y honrar a
todos los Santos anónimos que Viven en el cielo, me parece extraordinario.
Extraordinario por simple cuestión de justicia hacia ellos, y extraordinario
porque a todos nos recuerda la vocación a la Santidad. Así, tal cual. Y a mí,
que soy bastante bruto, no se me ocurrió otra manera de explicárselo a mis
hijas que tal cual, a bocajarro. De forma que pudieran entenderlo, pero sin
tapujos ni medias palabras. Porque condensa la Vida, la muerte y la
resurrección, e implica fe, confianza, voluntad y capacidad de sacrificio; no
basta un simple deseo. Y creo firmemente que a los niños hay que hablarles de
todo eso con claridad, alegría y sin medias tintas. Ya San Alfonso nos enseñaba
que “un gran deseo de ser Santo es el primer peldaño para llegar a serlo, y al
deseo se ha de unir una firme resolución”. No basta una mera bondad aparente.
Es “algo” más. Es Amor hecho humanidad.
De esos santos anónimos que habitan en el cielo, gozando
plenamente de la gloria, seguro que todos hemos conocido a muchos, muchísimos en
vida. Como conocemos a muchos, muchísimos a nuestro alrededor y en nuestro día
a día, que transitan en la gran tribulación, y lavarán sus vestiduras con la
Sangre del Cordero. A unos los reconocemos o intuimos, a otros no; pero por ahí
andan todos. Dando Vida a su paso, sufriendo esa
tribulación con dignidad y altas dosis de estoicismo. Reconocidos sin buscarlo
unos, e injuriados y perseguidos otros. De todo hay.
Los que son aplaudidos no buscan el aplauso, sino acercar el
Reino a la tierra, como muchos de los incomprendidos e injuriados, empujados
por una fe nítidamente robusta y una dignidad que les viene de lo Alto se
mantienen firmes en la Verdad por el anuncio de la Redención Abundante. Firmes
contra viento y marea, firmes ante la tribulación, firmes ante la
incomprensión, porque realmente se sustentan sobre Roca, no sobre arenas
movedizas.
Una vida coherente con el Evangelio y con
uno mismo, que empuja a uno a una Vida Santa, puede acarrear injurias,
desprecios, abandono, incomprensión, arrinconamiento, bullyin, mobbing… No solamente “en el
mundo”, directamente en los círculos más íntimos, en la familia (seguro que
todos conocemos algún caso, aunque ni lo sepamos), en los amigos, en el
trabajo, en el colegio, en la vida diaria. Incluso en las Congregaciones u
Órdenes religiosas puede darse, y de eso, ejemplos como los de San Alfonso Mª
de Ligorio o San José de Calasanz son bastante explícitos. Personas que
mantienen una vida heroica sea pública o anónima. Hoy. Aquí mismo. A nuestro
lado.
Todos ellos, sea cual sea el caso de cada uno, santo a su
manera. Cada uno a su estilo y con su impronta. El camino a la Santidad nos lo
marcó Cristo y cada uno lo recorre con sus propios pies, con su forma de andar.
El caso es que con toda la alegría del mundo, con el gozo de
quienes se enfrentaban a los leones o al fuego cantando, yo, scalando en
Familia, quisiera el día de mañana ser uno de los que lavaron sus vestiduras y
las blanquearon con la Sangre del Cordero. Con alegría en el día a día, con la
cotidianeidad de Dios en el hombre, con la claridad de quien no se puede
callar, con la contundencia de la Verdad, con el ejemplo de una vida coherente,
desde el anonimato de mi propia conciencia y lo público del cuerpo que habito:
scalando en Familia.
Todos estamos llamados a ser Santos. Aquellos a quienes hoy
recordamos y honramos fueron uno de nosotros, tuvieron defectos que nosotros
mismos tenemos; pero tuvieron algo más, el deseo inicial, la resolución y la
perseverancia.
¡Ánimo a todos, que el Cielo nos espera!
verdad hermano perdone si soy atrevida gracias por este mensaje que me parece un aliento, un soplo de vida y deseos de aspirar la santidad,el cielo!
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