Las lecturas y el Evangelio de hoy, domingo 11 de noviembre,
son realmente impresionantes. Bueno, esta frase no es que sea una estupidez en
sí misma, pero sí que puede dar a entender que otras veces no lo son, cuando
realmente nos alimentan cada día, como cada día tiene su afán.
La percepción de la Palabra depende solamente de nosotros, de
lo despiertos, abiertos y deseosos que estemos. No realmente de la necesidad de
ella que tengamos, sino de los conscientes que seamos de esa necesidad que es
permanente. Y yo hoy estaba realmente ávido, intensamente ávido. Y necesitado.
Que, además, haya leído la segunda lectura (Hb 9, 24-28)…
buff inexplicable. Solamente puedo decir: GRACIAS.
Pues he salido henchido de felicidad, de optimismo;
contagiado y deseando contagiar. La homilía ha sido sencillamente sensacional.
Didáctica y contagiosa. Que quien predicó tenga un don innato para conectar,
para la comunicación, es un regalo para sí mismo y para los demás; que a ese
don se le añada una profundidad semejante, con cercanía y un lenguaje al
alcance de cualquiera hace de él una especie de Alfonso del siglo XXI
predicando. Un lujazo. Un lujazo al alcance de cualquiera que viva en el barrio
de Chamberí y quiera acercarse a misa de 21h los domingos en PS. Una Eucaristía
animada por el grupo de jóvenes de la parroquia que es para mí la mejor manera
de empezar la semana.
Si bien el centro de una misa es la Consagración, el misterio
y el milagro de que Cristo se haga presente en el Pan y el Vino, su propia
presencia en la Palabra, la homilía durante la Eucaristía del presbítero o el
diácono pueden brillar también al irradiar la Luz del Espíritu. Y hoy, una vez
más, así ha sido. Confieso que por motivos personales a mi se me a escapado una
lagrimilla; lagrimilla de alegría. Y tiempo después un amigo me ha dicho que me
vio especialmente sonriente (está claro que no me vio teniendo que quitarme las
gafas). Buena señal. La mejor señal, que se me note. Me alegra que me hayan
visto sonriente. Que me vean sonriente me recuerda además a mi amiga Laura Granja
que siempre, siempre, tiene la sonrisa preparada en la comisura de su alma para
regalártela cada vez que la ves.
Porque soy además un afortunado. Porque tengo en mi vida
viudas como las de hoy que el Señor ha puesto en mi camino. Porque si lo que
tengo es tiempo, aunque no me sobre, pues eso doy. Porque aunque no tenga
paciencia trato de ejercitarla para perseverar y ofrecerme. Porque si algo hay
en la bolsa, trato de compartirlo. Porque aunque lo único que pueda dar sea mi
presencia, ahí estaré. Porque persona a persona se puede cambiar el mundo. Y yo
quiero hacerlo.
Porque Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados
de todos.
ME ENCANTA MUCHO SU TESTIMONIO SEGURO AMI ME SACO UNA SONRISA Y UNA LÁGRIMA..GRACIAS POR COMPARTIR.MI SONRISA SE DIBUJA AUN EN EL ROSTRO.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
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