Insomnio que, como tal, no es, al menos de momento, preocupante. Pero sí que llevo una racha ya demasiado larga con dificultad
para conciliar el sueño. No es la primera vez. Lo cierto es que, desde niño,
por muy complicado que fuera todo, nunca tuve estos problemas; meterme en la
cama y quedarme como un leño era todo uno. Empecé durante las oposiciones al
Cuerpo Diplomático; en cuanto se publicaba en el BOE la convocatoria de las
oposiciones me convertía en un búho. Largas horas perdidas, porque los nervios,
el cansancio y el hastío me impedían aprovechar el tiempo ni siquiera para
leer. En esa época hice un descubrimiento sorprendente: contar ovejas no sirve
para nada.
Ahora es diferente. Procuro
no contar ovejas; cuento “gracias” (no, no es que me ponga a contarme chistes a
mí mismo). Reconozco claramente la causa, la tengo perfectamente identificada;
y ahí está, qué le voy a hacer. Pero no me centro en ella. Me acomodo paciente
en el silencio del hogar, y ya me veo rodeado de ellas: mis hijas durmiendo
felices, mi mujer (feliz cómo nunca por pintar poliespan) siempre paciente y siempre Roca. Las gracias del día
vienen a visitarme a estas horas: la voz de mi madre por teléfono, que es una
lección diaria de fe, fidelidad y sentido del deber; la naturalidad de Toya al
hablar del perfeccionismo de alguien a quien adora (una lección para ella sobre
el trabajo bien hecho); un apretón por la espalda al llevar a las niñas a casa;
unas cuantas personas en PS entregando su tiempo para el 23 de noviembre; un
grupo entusiasmado con los ensayos para la actuación de la cena de Navidad en
mi parroquia… Las gracias del día serían muchas, un cúmulo de pequeñeces de la
vida diaria que, sin este tiempo de insomnio, podría dejar pasar delante de mí
sin reparar en ellas. El insomnio, visto de este modo, más que un intenso examen
de conciencia diario en Completas, se convierte en una detallada sucesión de algunas
de las veces en las que el Señor se me puso delante durante la jornada para
alegrarme y sostenerme; insomnio convertido en gracia. De lo que ya no estoy
tan seguro es de si yo he sabido ser algo parecido para aquellos que hoy se han
encontrado conmigo. Si al final de este
día me examinan del Amor, sí, he Amado; pero no sé si lo suficiente. Como diría
San Alfonso, el Señor me dio la gracia suficiente, pero ¿aproveché yo la
eficaz?
Y de gracia en gracia llego
a la más importante, la que me empuja a convertirme en un torpón soldado de
zarzuela, la fe.
Y visto todo de este modo,
ahora va a ser que sí; ya me puedo acostar tranquilo. Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar a
tu siervo irse en paz…
bien amigo por lo menos insomnio te permite valorar lo que tienes de los mas grande tu familia y los pequeños detalles del día que se vuelven gracias..por lo menos no cuentas ovejas..verdad estoy aprendiendo contigo muchas cosas.gracias amigo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por tus comentarios!
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