No todo queda en las palabras, desgraciadamente.
Tranquilamente en casa, tras un agotador día de trabajo, las niñas acostadas,
me conecto a twitter, modifico mi nombre en esa red social para añadirle
#iMision y me pongo a echar un vistazo a algunos tweets. Ha habido dos que me
han dolido aunque no fueran dirigidos a mí. Simplemente dos; no son ni siquiera
un muestreo. No los leo solamente como información por parte de quienes los
comparten, los leo sintiendo su pena y su dolor. Dos perlitas de los muchos
que, por el estilo, reciben a diario. No pienso entrar en los detalles. Uno
expresaba ciertas aberraciones a una más que popular monja twitera, y otro
injustificados insultos a un sacerdote diocesano de Madrid.
A ambos quise mostrar mi apoyo y cercanía, tanto como mi
oración por quienes les enviaron los mensajes. Justo cuando estaba a punto de
colgar mi último tweet con un “El Señor nos conceda una noche tranquila…” leo
otro en el que se informa de que, en Atocha (Madrid), ha sido pateada una monja
de ochenta y cinco años nada más que por eso, por ser monja.
Uno no puede permanecer frío ni impasible ante semejantes
barbaridades. Y uno las unas a la otra. Los insultos, las vejaciones impunes en
la web, van creciendo como la mala hierba ante el silencio. Silencio que puede
acabar animando a que 140 caracteres se conviertan en la mente enferma de
alguien en un ánimo para el valiente acto de patear a una anciana.
No quiero silencio y pasividad por mi parte que se conviertan
en connivencia. Por eso hablo. La “otra mejilla” no es pasividad, el propio
Cristo se enfrentó inquiriendo “¿Por qué me pegáis?”. Uno no puede permanecer
callado.
Da la sensación de que la laicidad actual en lugar de ser
algo neutro se está convirtiendo en una especie de bandera de combate. Y aquí
entramos todos, porque en el fondo todos vamos poco a poco dejándonos calar en
el modo de vida, en los actos, en el lenguaje. Variaciones sutiles que
impregnan el subconsciente dinamitando las bases casi sin darnos cuenta. Eso no
es adaptación a los tiempos; es claudicar. Fuerzas de las tinieblas abriéndose paso
firme y silencioso entre las de la Luz.
Ahora bien, no callar no significa entablar confrontación
árida con el mismo estilo. No callar es decir “¿Por qué me pegáis?”, ¿por qué
nos lo hacéis? No patean a una anciana monja, ni tratan de vejar a una
brillante religiosa ni insultar a un sacerdote diocesano, se lo hacen a Cristo.
Esa y no otra es la intención.
Nuestra diferencia es que no callar es orar por quienes
agreden y tratar de hacerlo con el corazón abierto; sí, también la acogida,
porque ellos pueden ser Saulo. Creo que esa es ahora mi voz y en este tiempo. Y
no me importa nada lo que digan, ni tirios ni troyanos, porque también habrá
quien vea en mis palabras a un “rancio” pseudo neoconservador, cuando nada hay
más lejos de mi intención que vueltas extemporáneas.
Por todo esto me alegro de cómo comencé hoy mi incursión
diaria en twitter, con ese #iMision tras mi nombre. Y por eso pido también
oraciones para ese proyecto de Evangelización en Internet que hoy se manifiesta
tan necesario: http://imision.org.
Y ahora sí: Que el Señor nos conceda una noche tranquila.
Muchas gracias, amigo! Como es tarde no esxribo más, pero no quería irme sin darte las gracias. No seremos más que el Maestro...
ResponderEliminarGracias a ti Xiskya. Como dice una amiga mía: ¡Y con alegría!
EliminarÚltimamente abundan los twittrolls aburridos y a la caza de una víctima a quien perseguir. Suerte que, tal y como dices, nuestras armas son la oración y la paz, porque "pueden ser Saulo".
ResponderEliminarUtilizo poco las redes porque tengo poco tiempo, y sucesos como este hacen que a uno le queden pocas ganas de estar ahí, pero palabras como las tuyas (y las de los mensajes de apoyo recibidos) ayudan muuuuucho. ¡Gracias!
Muchas gracias por tus palabras. Creo que precisamente esas personas son las que hacen necesaria la presencia en internet.
EliminarUn abrazo