No deja de impresionarme cómo el Señor nos sale al encuentro
de la manera más insospechada, y siempre en el momento más apropiado.
Hace apenas diez minutos estaba en fase reproche mental por resultar
transparente, o más bien opaco. Justificados o no, ese tipo de reproches son
todo menos sanos; de hecho puede que incluso se den de patadas con la idea de “insignificancia”
que esta misma tarde he escuchado en la homilía en misa de 21h en PS. Pero
bueno, uno es torpe y débil y reflejan una buena dosis de ombligocentrismo por
mi parte (como diría alguien querido).
Y como torpe y débil, andaba yo mirándome el ombligo, a
vueltas con las sutilezas repetitivas sobre los "recién llegados” frente a "quienes llevan toda su vida" (qué pensaría Jesús de eso), con pena por
el poco valor de la palabra dada, con la aparente cortedad
de memoria de alguien querido, con las medias palabras transitorias en lugar de hablar claro, de fente y mirando a los ojos desde el minuto uno cuando, de
repente, escucho el biiiiing de la Blackberry anunciando un mensaje privado en
Twitter. Y esa aparente falta de cariño e interés que a veces parece
convertirle a uno en mero producto de un utilitarismo inmediato ha palidecido
hasta casi desaparecer al abrir y leer el mensaje. Ha sido casi como si el
Señor me dijera: “ehhhhh, Enrique, por dónde vas; no te desvíes, que Yo estoy
aquí, te escucho y te cuido”.
Ese mensaje, que me recordaba que transparencia no es lo
mismo que invisibilidad, venía además acompañado de un regalo exquisito, por
personal y extraordinario, de un amigo sacerdote.
De modo que pelillos a la mar, que cuando se quiere ni se
exige ni se reprocha; mis problemas son míos, pero nimiedades ante los de
tantos, y está claro que –como dijo el P Ambel en su homilía de hoy- la
paradoja de Jesús es que para Él los más importantes son los insignificantes. Y lo que en verdad me sale no es sino acoger con comprensión y sin preguntas las debilidades de los demás.
Un biiiiing que me ha recordado la película “Qué vello es
vivir” y las campanitas anunciando ángeles.
Enrique, eres un pequeño necio afortunado.
Me alegra mucho de que pertenezcas" al club de los que no dejamos sorprendernos" en la forma en que Dios nos habla a diario.
ResponderEliminarUn abrazo