Acabo de empezar a leer un libro que ha escrito un chavaluco
de 80 años, se llama Javier Casanueva y es el hermano pequeño de mi padre. El
libro se titula “Viejos recuerdos”, y
si bien es fundamentalmente un relato magnífico de una pequeña parte de la
historia familiar, se ha convertido sin pretenderlo en todo un compendio de
recuerdos de la historia musical y cultural de Santander. Arranca a finales el
siglo XIX con el premio extraordinario de mi bisabuela María
González Sologaistúa en el Conservatorio de Paris, virtuosa pianista aficionada
que junto con mi bisabuelo Juan Manuel Casanueva Granados (primo del
compositor) inocularon en los genes familiares un gusto y sensibilidad
especiales para la música.
Es a partir de la creación de la Sociedad Filarmónica por
parte mi abuelo Eduardo Casanueva, Francisco Alvear, Estanislao Abarca y
Alejandro Vega, cuando el libro comienza a ser más que interesante para los santanderinos.
Un prosa amena y cargada de anécdotas de un siglo de conciertos, desde aquella
Sociedad Filarmónica al Festival Internacional de Santander; un curiosísimo
relato también fotográfico de todos aquellos que ensayaban e incluso algunos vivían en
“La Gaviota”, la casa de mis abuelos: Jacques Thibaud, Gaspar Cassadó, Claudio
Arrau, Walter Gieseking, José Cubiles, Joaquín Rodrigo, Regino Sainz de la Maza,
Karl Hammer, Yehudi Menuhin, Alicia de Larrocha, Arturo Rubinstein, Nikita
Magaloff…. y un interminable etcétera de nombres y recuerdos de los más
importantes intérpretes internacionales de la música clásica.
Todo esto está muy bien, y el libro es mucho más que
entretenido, pero a mi lo que me ha conmovido es algo que obviamente conocía de
sobra, pero verlo impreso impresiona: que mi abuelo, que lo tenía todo en la
vida, se empeñara –gratis et amore- en traer a su ciudad natal lo mejor de la
música clásica; se esforzara con tres amigos por elevar el nivel musical y
cultural de su ciudad para que el mayor número de gente posible pudiera crecer
y cultivarse. Por amor a la música y a su ciudad, abriendo su casa y cediendo
su “Steinway & sons” a la Porticada. No eran unos “representantes” –hoy en
día a veces casi pienso que ojalá lo hubieran sido…-, quizás podían haberse recorrido
el mundo de concierto en concierto, pero lo que quisieron hacer fue traer el
mundo a Santander, y con un agujero en el bolsillo... Así nacen muchas veces
las cosas, aunque la gente no lo sepa. Y aunque hoy sólo nos quede el recuerdo.
El libro casi podría ser también un siglo condensado de crónica social, y aquí lo
que me parece más curioso -comparándolas con muchas de las publicadas en la actualidad- son las crónicas periodísticas hechas hasta más o
menos finales de los sesenta del siglo pasado, porque reflejan críticas
musicales, gente sensible de cualquier condición, culta, que realmente acudía a
cada concierto a disfrutar y elevarse un poquito; a partir de los setenta más o
menos la cosa va cambiando, y hoy en día se muestra descarnadamente en muchos
el omnia vanitas, ir a ser visto, modelitos… una sociedad en descomposición.
Un repaso por la historia de una ciudad, desde la música y
con elementos relevantes y unificadores como también la literatura, la pintura y todos los
personajes importantes que pasaron por un lugar emblemático “los Escolapios de
Villacarriedo”. Entre éstos último aparece mi abuelo materno, Enrique
Pérez-Llantada, otro personaje inusual porque fue un auténtico médico por
vocación que iba a visitar a muchos pacientes con las medicinas o algo más,
que no colaba en su consulta a un poderoso si había un humilde esperando,
aferrado a su fe y su familia. Y justo la semana pasada supe de alguien
conocido, también médico de un cierto prestigio, con su plaza asegurada,
pensando en irse a ejercer a Dubai simplemente por el dinero; quizás con la que
cae ahora, para un médico vocacional –y además con un futuro asegurado- sea
éste el momento de permanecer aquí precisamente para tantos que no tendrán
cómo, ni dónde ni con quién. Signo también de una sociedad enrarecida.
Pero no quiero terminar con tristeza, sino agradeciendo a mi
tío Javier haber escrito este libro, no porque conserva una pequeña parte la
historia familiar, sino porque muestra –aunque quizás no lo pretendiera- que lo
realmente importante, no es de dónde venimos, sino lo que hacemos por los
demás mientras scalamos.
Querido Enrique:
ResponderEliminarEn cuanto lo veo lo compraré, será un placer leerlo y descubrir cosas (muchas conocidas) ya olvidadas. Me gusta tu blog, te felicito y me ha encantado el pequeño reconocimiento a alguien que nos marcó y mucho a todos nosotros, nuestro abuelo Enrique.
Un fuerte abrazo.
Gracias Javier, me alegra saber que te gusta el blog!! El libro lo encuentras en Estudio.
EliminarAbrazos