Hoy es un día grande y feliz para la Familia Redentorista,
para la Iglesia en general, porque celebramos la festividad de San Alfonso
María de Ligorio, Fundador de los Redentoristas, obispo, Doctor de la Iglesia y
patrono celestial de confesores y moralistas.
No voy a hablar de San Alfonso, del Alfonso histórico. Mi
primer contacto adulto con él fue en uno de sus hijos, el P Ambel; sí, la
preposición está perfectamente escogida, no es un error. Éste, en los inicios
del acompañamiento, me prestó un libro, “El santo del siglo de las luces” de
Theodule Rey-Mermet, y no creo para nada que fuera consciente de que así se
iniciaba una historia de Amor en la que se embarcaría toda mi familia. Lo leí
tres veces seguidas; casi puedo decir que lo “estudié”. Después me prestó
alguna de las obras del santo, y yo, por mi cuenta fui leyendo más y más de y
sobre él. Pero lo que es mucho más importante, comencé a ser un observador
silencioso y distanciado de la práctica viva y actual de mucho de aquello que
de él había leído. De ahí pasé a dejarme arrastrar.
La Vida se construye paso a paso, el Señor se nos muestra
discretamente, y el libre albedrío, nuestra voluntad consciente nos lleva a
seguirle o no; depende solamente de nosotros, de nuestra propia libertad. En
esos pasos hay hitos que marcan un antes y un después, momentos imperecederos
que hacen que en tu Vida haya un antes y un después. En la mía hay varios. El
fundamental y explosivo es un 15 de agosto, cuando yo encontré al Señor en la
eternidad de un instante en los ojos de María (eso y no otra cosa es el Amor,
la eternidad del Amor), mi mujer, con quien fundé una familia (Tb 8, 5-10). El segundo un 19
de mayo en que se me ofrecía a la vista en un sacerdote Redentorista, y en él a
Alfonso, entre quienes encontré una Familia.
Esta noche se cumplirá un año del primer día en que un grupo de jóvenes
entró en mi casa con las puertas -como las de mi corazón- abiertas de par en par. Acabo de darme cuenta de eso; solamente un
año. Aunque a mi me parece toda una Vida. No, no voy a hablar de Alfonso; le
veo a diario.
Hace poco alguien que es mucho, muchísimo más que un amigo,
delante del P Ambel, en PS, me dijo que le fuera hablando de la Congregación
del Santísimo Redentor, que le fuera contando cosas de sus hijos. Creo que lo
mejor que puedo hacer es poner en sus manos “El santo del siglo de las luces”.
Hoy he amanecido con algún mensaje de felicitación inesperado
llegado desde Santander, bastantes venidos de fuera y algunos de dentro en
respuesta a los míos; de éstos ha habido uno muy, muy especial que me ha
emocionado, porque viene de un sacerdote Redentorista y porque finaliza así: “…..y
tu ser redentorista”. No tengo palabras…
… y como no las tengo, acabaré con las de Dámaso Alonso en “El
alma era lo mismo que una ranita verde”:
“… ¡Ay, Dios,
Cómo me has arrastrado,
Cómo me has
desarraigado,
Cómo me llevas
En tu invencible
frenesí,
Cómo me arrebataste
hacia tu amor!
Yo dudaba.
No, no dudo:
Dame tu incógnita
aventura,
Tu inundación, tu
océano,
Tu final,
La tromba indefinida de
tu mente,
Dame tu nombre,
En ti.”
¡Cómo disfruto descubriendo gran parte de los que siento y de lo que intuyo en las palabras que escribes!.
ResponderEliminarFELICIDADES A TODA LA FAMILIA REDENTORISTA.
Gracias hermano/a, y aunque no se quien eres, felicidades a tí también
EliminarHoy he descubierto tu blog, después de que nos hayamos comenzado a seguir en twitter, de lo cual me alegro enormemente. Si Dios quiere no será la última vez que me pase por aquí a visitarte, y leerte.
ResponderEliminarPor último, felicitar afectuosamente a toda la familia redentorista, y a tí por la parte que te toca.
Un saludo.
Manuel.
Mil gracias Manuel, por visitar el blog, por leerlo y, sobre todo, por la felicitación a esta gran Familia, que me toca, por supuesto que me toca.
EliminarUn abrazo
Enrique