Cuando la realidad te abofetea las teorías caen para dejar
que prevalezca la esencia; nada más.
Ahora tengo bien cerca a alguien realmente necesitado,
necesitado no sé muy bien de qué, pero desde luego necesitado de auxilio. Y yo,
por él, quiero estar a su lado. Puedo no ser el más adecuado, ni el más sabio,
ni el más hábil; pero ahí estoy. Le quiero, y si algo he aprendido estos largos
últimos tiempos es que el Amor es fuente y delta, raíz y fin; Vida.
Nunca he estado así, aunque me haya roto. Y roto el Señor
entró en mi vida, de la mano de algo así como un ángel rapado, pero fue Él
quien entró. Los razonamientos están muy bien, las construcciones intelectuales
asientan, pero de poco valen sin un encuentro directo y personal con Cristo. Y
cuando esto realmente ocurre la nada se reestructura, caen barreras, se abaten
mitos, las “certezas” se derrumban por los suelos, la ley a la que te asías
sólo es ley para levantarse nueva el alma de un hombre desnudo con la
inmensidad del Amor que todo lo ordena y acoge.
A partir de ahí sí entran en juego el intelecto y la razón. Pero sólo
desde Cristo y hacia el propio hombre.
No seré nada ni nadie, pero un ser que Ama y lo intenta, que
se entrega y tiende su mano.
Hubo un día en que un individuo puso en mis manos “El santo
del siglo de las luces”. No estaba previsto que me enamorara de San Alfonso, ni
de Cristo a través de San Alfonso, como no estaba previsto que llegara a querer
íntegramente a quien me lo regaló como a un miembro de mi propia familia. Pero
así fue. Al poco de poner sus manos sobre mi cabeza, colocó ese libro entre las
mías. De ahí comenzó una vida nueva. El mundo era el mismo, pero no los ojos
con los que lo miraba. Reaprender, revisar conceptos, limpiar de telarañas los
recovecos del alma. Y de asomarme como espectador me bajé del balcón.
He puesto entre las manos de alguien esa biografía de
Alfonso. No es más que una biografía; algo sobre él, no de él. Simplemente
espero que conozca, que se abra, que escuche. Y que pida. Ahora nada más me
importa.
El proceso no es el mismo. Yo partí de un desconocido que hoy
es una parte radical de mi familia. Sin hablar, sin saber, sin ver, sin
siquiera esperar. Porque el Amor no es un dou dest; el Amor de verdad es total
y radicalmente incondicional. No irracional, sino pleno.
Con este individuo parto a la inversa. Vino de lo alto, he
llegado a quererle, con su familia forma parte de la nuestra, y ahora no está
en su mejor momento. Ni sé cómo manejarlo. Pero a mí se me cayeron todos los
prejuicios, todos los miedos, todas las barreras, todos los pudores, todos los
rigores. Entendí que todo es Amor; el Amor Redentor de Dios en Cristo y hacia
el hombre. No hay más ni nada más importa; el Amor es la Ley y la medida.
Pero si soy, o estoy, o estoy porque soy –qué más dará eso
ahora- aquí me tienes. En tus manos ya tienes a Alfonso.
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