Scala News

jueves, 19 de julio de 2012

¿Y los que no son jóvenes?


Ayer tuve una curiosa conversación con un desconocido; desconocido al principio, porque cuando se habla con franqueza terminas por conocer un poquito. Es alguien que busca, pero que se encuentra en pleno desconcierto. Es más o menos de mi edad, y está desubicado. Le encanta el giro que parece estar tomando la Iglesia hacia los jóvenes en general porque entiende que eso mismo hace que la propia Iglesia rejuvenezca, pero al mismo tiempo tiene una desafortunada sensación de abandono.

“¿Y nosotros, los que no somos jóvenes?” No se refería a quienes participan de manera activa, aunque no sea más que con la Eucaristía dominical, hablaba de aquellos que comienzan a tener sed, de aquellos que quieren acercarse de nuevo –o incluso por vez primera- y que, en muchos casos, son incluso padres de esos jóvenes sobre los que la Iglesia comienza a poner una atención especial. Quieren y no saben cómo; se ven intimidados por la falta de acento. Algo les atrae, y ese algo es la actitud de los miembros de la Iglesia ante la crisis, la atención de Cáritas, el desvelo de voluntarios, religiosos y sacerdotes; la Palabra llevada a la práctica.

“Todo son los jóvenes, parece que solamente existieran los jóvenes”. Le sentí realmente necesitado de auxilio espiritual. Cuando le dije que acudiera a cualquier parroquia a hablar con un sacerdote (incluso le nombré como cinco en los alrededores) me contestó: “Ya, y luego qué”. Independientemente de la edad era el alma de un niño necesitada de acompañamiento y formación, con el natural y más que comprensible egoísmo que tienen algunos niños. Quizás porque primero hay que encontrarse, hallar respuestas, afianzarse, para poder vaciarse, ponerse en Sus manos y darse a los demás; y empezar a caminar, pero no solo. Entendía que los jóvenes son el presente y el futuro, pero ni el único presente ni el único futuro. Le atraían las formas nuevas, pero me comentó que conocía a bastantes a los que esas formas y lenguaje nuevos les estaban haciendo distanciarse a velocidad de crucero. Decía sentirse casi como una espinilla entre su hijo mayor y sus padres; aunque también habló de cómo sus padres empezaban a verse alejados y sentirse no incluidos.

La conversación me hizo darme cuenta de la cantidad de gente necesitada que busca y no lo vemos, que muchísimos son padres o familiares de los jóvenes que se sienten atraídos por una Iglesia en movimiento, aunque me apenó que puedan sentirse como algo meramente residual. Deberíamos valernos del tirón de los jóvenes para atender y dar respuesta no puntual a esas personas. Ahí también debe estar con empeño la Iglesia misionera.

1 comentario:

  1. Es cierto que hay mucha gente necesitada: de pan, de palabra, de sentirse escuchado. Lo observo todos los días de la misma manera que constato la prisa de la gente, las pocas ganas del compromiso y la acción. Dentro de la misma Iglesia hay muchos creyentes bonsais que se aplican a sí mismo la ley del mínimo esfuerzo.


    ¿Podría el autor del blog ponerse en contacto conmigo en lamparaencendida@gmail.com para un asunto de blogueros católicos?
    Muchas gracias.
    Hermano Saulo
    http://lassandaliasdelperegrino.blogspot.com.es/

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