En un par de horas salgo camino de Cabezón de la Sal para ir
a Santo Toribio de Liébana, que es desde el 23 de septiembre de 1512, uno de
los lugares santos para los católicos junto a Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela
y Caravaca de la Cruz. En este monasterio franciscano se conserva y custodia el
Lignum Crucis, según la tradición el trozo más grande conocido de la Cruz de
Cristo. Este no es Año Jubilar Lebaniego pero, al cumplirse los quinientos años
de la concesión de la bula, el 15 de abril se abrió un periodo jubilar de seis
meses.
No hay mayor signo de Amor que la Cruz, por eso para mí es
especialmente significativo con quien iré a ponerme a Sus pies: mi mujer, mis
hijas y Lalo. María es el Amor y regalo del Amor, mis hijas el fruto que el
Señor nos regaló, y Lalo otro regalo venido de lo Alto que es una expresión
andante de ese Amor. ¿Se puede tener mejor compañía?
Pero no estaremos solamente nosotros; en mi corazón llevaré a
un puñado de personas: mi madre; Jorge, Guille, Bárbara, José Fernando, Miguel
A.; mi ahijado Nacho y su futuro matrimonio; Pedro y con él a la Familia Redentorista
de la Provincia de Madrid; Bryan y Manuel y con ellos a la recién constituida
Provincia Redentorista de América Central; mi cuñado Ignacio y unos cuantos
parados más; la madre de Luis y varios enfermos; a Ana, para que acoja con
comprensión y alegría el cambio de mi vida, porque sigo siendo el mismo niño
que conoció y con quien lleva recorridos tantos años; el proyecto de Xiskya y
Daniel; bueno, y a aquellos por quienes no pide nadie.
Sí, seremos muchos, pero es que Él murió en la Cruz por
todos.
Me voy contento, con fe, con esperanza y con alegría aunque
vaya a pedirle más fe, más esperanza, más alegría y un corazón más dócil.
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