Contemplar de cerca los pesados pasos de la fría parca con
su implacable guadaña, contemplar de cerca la lenta llegada de la muerte, es
contemplar de cerca el ritmo de la Vida.
Observar de cerca cómo un cuerpo anciano se deteriora, cómo
una larga existencia siente el acecho de la llamada definitiva a subirse al
tren que le habrá de llevar a la Casa del Padre, es observar el ritmo de la
Vida.
Presenciar cómo una jovencísima anciana se desgasta en los
cuidados de aquel junto a quien lleva recorridos mas de cincuenta años, como
quien se afana en los cuidados de un Cristo doliente, presenciar su fe, su
silencio, contemplar su hermosísima sonrisa, el cansancio y la tristeza que sus
aun impresionantes ojos negros tratan de ocultar, es presenciar el ritmo de la
Vida.
Ser testigo en dos niñas de siete y cinco años de la
normalidad absoluta de todo ello, es ver cómo aprenden desde la fe la
naturalidad del ritmo de la Vida.
Ni hay frio, ni parca, ni guadaña. Hay una Vida, habitando un
cuerpo en lenta desintegración y de una fortaleza sorprendente, que transita
despacio y con sufrimiento al encuentro con el Redentor, en quien todo se
consuma y cobra sentido y plenitud.
Recuerdos acallados en la oración para ir presentando día a
día la vida de este anciano al Todo Misericordioso es emplear el transcurso de
mi propia vida en algo tan hermoso como la reconciliación. La pena se disipa
ante el gozo de la fe, y en su momento el vacío se irá llenando con el
transcurso de la Vida.
El ejemplo del sentido del deber, de la fe, de la dignidad y
la entrega de esa mujer es una lección de Amor impagable. La contemplación de
la vida de ese anciano que se entrega poco a poco es otro ejemplo impagable
para reafirmar la necesidad de no desaprovechar la propia; tempus fugit.
Ya lo he vivido mas veces y el tren pasó de largo, pero ahora
avanza a baja máquina para hacer una parada en la que se monte con el alma como
único equipaje, dejando tan solo aquí lo que en polvo habrá de convertirse;
dejando tras de si esposa, hijos y nietos. Haber sido elegido por el Creador como
transmisor de Vida es un privilegio y una responsabilidad de la que no siempre
somos conscientes los padres; formamos, educamos y custodiamos un tesoro que es
Vida y Amor del Padre, en Él, por Él y para Él; por ellos, para ellos y para
los demás.
Porque Dios plenifica y consuma en la Redención que nos
ofrece el propio Cristo. Porque el don de la fe conmueve y mueve a darnos a
los demás.
Porque mi madre desgastándose es ahora la imagen más nítida
del Señor para mi padre.
Eso es para mí, y no otra cosa, una muerte digna; eso es para
mí la grandeza de una Vida digna también ante la muerte.
Para mí, Enrique, el más bonito hasta la fecha.
ResponderEliminar"Haber sido elegido por el Creador como transmisor de Vida es un privilegio y una responsabilidad de la que no siempre somos conscientes los padres"
Gran verdad, no siempre aprehendida, y responsabilidad a la par de quienes renuncian a este privilegio para dar su Vida al prójimo.
Un abrazo
¡Gracias Javier!
EliminarEstoy de acuerdo contigo en la reflexión sobre quienes renuncian a ese privilegio por el prójimo, por Cristo, para amar todo, todos, todas, como dice la cancion del P Cristóbal Fones SJ: http://www.youtube.com/watch?v=9ViooSYYCwU
Hermosa reflexión sobre la vida y el deterioro físico de un ser muy querido, y la aceptación de la muerte más digna.
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