Scala News

miércoles, 6 de junio de 2012

Hacia la Novena a Ntra Sra del Perpetuo Socorro en PS


Cada vez queda menos para la novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. El año pasado nos hicimos archicofrades toda la familia. A mi me impuso la medalla un Redentorista superior con un “bienvenido a la Familia” que me encantó.

Es curioso, porque aunque no hace mucho que arribamos, echamos el ancla y lanzamos al mar las llaves de nuestro barco, siempre, ya desde niño he acudido al Perpetuo Socorro de Santa María bajo esta advocación. La primera estampa con su imagen me la regalaron el 4 de agosto de 1974 en Santander, el día de mi Primera Comunión en la iglesia de los PP Redentoristas. Comulgué de la mano del P Benigno Colinas, quien predicará este año la novena en PS. La verdad es que, aunque a mi abuelo paterno le acompañaba el P Vicente Elejalde, siempre fue mi parroquia hasta que me fui de mi ciudad natal, y era lugar de encuentro familiar los domingos a las 12,30 para, tras la misa, comer junta toda la familia (tíos y primos incluidos) nada hacía presagiar que yo llegara hasta donde estoy; absolutamente nada. Ni siquiera aquellas tardes después del colegio en la época de BUP, cuando, tras subir aprisa la Calle Canalejas camino de casa me detenía en el Alto de Miranda (antes de llegar al nº 20 de Pérez Galdós, hoy Marianela) y pasaba un rato delicioso con la iglesia casi vacía; tiempos en los que los templos no tenían horarios, las puertas estaban abiertas independientemente del culto y las benditeras rebosaban de agua. Si cierro los ojos creo que aún me veo: primero ante el santísimo, dedicando luego un rato a la estatua de San Alfonso (aunque de niño el Hermano Esteban me hablara de él yo no era consciente del todo ni de quién era realmente, ni de su magnitud, ni de su Familia) y terminando ante el Icono que en Santander está a la derecha, a la entrada. Siempre queriendo no ser visto; siempre inventando excusas por mis retrasos. Dudas, lágrimas y preguntas sin respuesta de un adolescente siempre sonriente por no ser taciturno. Y ella siempre conmigo.

Me fui a Londres, y aunque yo acudía a diario al Oratorio de Brompton Road, alguna vez me acercaba al distrito de Clapham, a St Mary´s; la primera vez que fui allí lo hice para hablarle de unas chicas de quienes me hice compañero ocasional, y trabajaban por la noche en la boca del metro de Earl´s Court, casi pegado a mi casa. Fueron unas Adoratrices españolas (creo recordar que estaban por High Street Kensington) quienes me dijeron dónde “encontrarla”. Luego vino París, y aunque yo iba a misa en Neully, al poco de llegar, haciendo una visita obligada al Père-Lachaise me topé con una iglesia monumental, Notre Dame du Perpétuel Secours… (creo que es la primera vez que cuento este periplo); me despedí del grupo de compañeros de la academia con los que iba y ni sé el tiempo que pasé allí adentro.

Acabé instalado en Madrid y su estampa en mi cartera junto a la de Calasanz. Pasaron los años, y cómo acabé en PS es cosa del Señor; echar el ancla y tirar las llaves al mar producto de mi incómoda tozudez, lo sé. Muchas veces he querido sentarme en su regazo para dejarme coger de su mano, muchas veces la he pedido que cogiera a otros.

Este año, que el P Colinas predicará, creo que será un niñuco de siete años quien le escuche, el mismo niño a quien dio su primera Comunión, y junto a su mujer y sus hijas acompañará al Icono por las calles del barrio el 27 con una gran Familia. Estando ya mi vida sosegada, no sé si alguno de los días de la novena volveré a mi casa surfeando a medio metro sobre el asfalto como hice el año pasado cada día (las homilías de aquel sacerdote a menudo tienen ese efecto, y durante esos nueve días se salió), pero sé muy bien por quien la voy a ofrecer; tengo dos buenas causas:

1-     Acción de gracias porque el amigo por quien pedimos en familia desde el jueves 24 de mayo ya estará bien; todo habrá sido una mera anécdota.

2-     Por la hermana de mi madre, de quien hoy nos hemos enterado que encarará una etapa tremendamente dura.

Y ahora que levanto los ojos de la pantalla y tengo delante el icono que me regaló el Padre Pedro Guembe, al ver su mano cogiendo amorosa la del Niño Dios, sólo puedo decir: Madre, aquí están las mías.

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