Esto de no poder dormir tiene sus cosas. Hoy mismo he enviado
un correo electrónico a un miembro de mi familia (bueno, tengo un amigo
Escolapio que explicó, sin referirse a nosotros, mucho mejor que yo qué me une a mi a esa
persona, qué le une a mi familia, su familia) y ahora que lo he releído varias
veces me doy cuenta de que probablemente fuera del todo innecesario. Y gracias
al insomnio paro y releo; releo y recuerdo.
Llego a la misma conclusión: innecesario. Esa persona ya
sabía todo lo que le decía sin necesidad de hacerlo. Incluso muchas veces el
silencio expresa más que las palabras; de hecho ayer por la tarde me limité a sonreír
medio en la distancia, cuando lo que me apetecía era haberle dado un abrazo por
la buena noticia del 25, algo por lo que algunos lectores de este blog pidieron
(vuestras oraciones fueron escuchadas). Sólo sonreí, pero él sabe que en esa
sonrisa iba mi abrazo junto con el de María y las niñas.
No lamento haber mandado ese correo electrónico; creo que no
sería yo si no lo hubiera hecho. Me ratifico en cada palabra, por muy cortas
que se queden. Y cada vez que lo leo me satisface más ver la evolución de
décadas de crecimiento en sólo dos años, un mes y ocho días; en mí y en mi
familia. Eso se ha producido por el Amor caído de lo Alto y pensado desde el
principio de los tiempos; soy así de bruto, pero no es otra cosa. Evolución y
crecimiento imparables; con calma, amansadas las aguas, pero imparable. Ya sé
que Madrid no es Silca, pero la lanza volvió certera a traspasar el corazón del
dragón, y muerto está.
Si hay algo que siento es lo que no le digo, y eso es, sin embargo,
lo que más me importa. Veo demasiado yo, demasiado nosotros cuatro, cuando
posiblemente justo él puede ser el más desvelado ahora. Y lo que realmente nos
preocupa, lo que me preocupa de verdad, es que, en donde sea, esté bien, tranquilo, feliz y
querido; siempre. Podría decir, además, satisfecho, pero para eso sólo Dios
sabe hasta que punto tiene motivos; lo sabe el Señor y lo sabemos muchísimos
que lo gritamos sin voz, como salmos de silencio que se elevan con el incienso
de los frutos del Amor y de la entrega.
Nosotros cuatro somos nosotros cuatro. Y porque somos
nosotros cuatro, dentro de unas horas, acompañando al Icono de Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro, nosotros cuatro pediremos que siempre seamos nosotros
cinco; o más, muchísimos más.
Esto de no poder dormir tiene sus cosas. Y gracias al
insomnio paro y releo; releo y recuerdo. Quizás en la ancianidad ya no existan
los recuerdos, ni sea capaz de reconocer los ojos de María, ni las voces de mis
hijas. No importa. Nada importa. Importa todo.
Sólo aspiro a que un día se nos abran las puertas del cielo y
nos reciba la “Perpe” mientras suenan los salmos silentes que elevamos y el
incienso de nuestros frutos de Amor y entrega a los demás perfumen la mesa del
Padre. Y encontraremos legiones llegadas por ti.
Mientras tanto seamos nosotros cuatro –los cinco- quienes la
acompañemos con cientos por Chamberí.
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