Hoy hemos estado toda la familia en PS en la comida solidaria
organizada por los Laicos Redentoristas y Asociación para la Solidaridad para
el proyecto CasAbierta en Uruguay. Ha sido un día estupendo, entre amigos. Yo
me alegro por lo principal que es lo que se haya podido recaudar para su
financiación. Pero también me alegro por el esfuerzo realizado por los Laicos
Redentoristas para convocarnos, reunirnos, conseguir los patrocinadores, las
donaciones para la rifa, prepararlo todo y ofrecer su trabajo y sus mejores
sonrisas para que todo estuviera perfecto.
Además me alegro de que varios amigos que nunca habían estado
en PS decidieran acompañarnos. Quedaron impresionados por la gente, por los
Redentoristas y su servicio incansable, como lo más normal, y siempre alegre.
Impresionados por la mezcla generacional, que no es ni más ni menos que lo que
ocurre en cualquier familia. Compartir la mesa con quienes lo hicimos fue una
suerte que veo de difícil repetición, pero hoy, en lugar de pensar en lo que no
volverá a ser, prefiero disfrutar del recuerdo. Lo que uno vive intensamente
sólo a uno le afecta, lo sé; los afectos unilaterales tienen la ventaja de que
lo irrepetible sólo es echado de menos por uno.
Tras la comida, continuamos en casa con aquellos de la mesa
que así lo quisieron, y luego, la Novena. Viernes la sensibilidad tan difícil de
encontrar, sábado los hombros para arrimarlos en el servicio, y hoy la voz para
levantarla como pequeños profetas por los más necesitados, contra las
injusticias, por la solidaridad. Las homilías del P Colinas con la sencillez y
suavidad que engrandecen aún más la profundidad de un gran hombre.
Ya queda menos para el veintisiete, para el gran día en que
acompañemos el paso con el Icono por las calles de Chamberí. Lo espero con fe,
lo espero con ilusión y lo espero con eso, Esperanza; pero también confieso que
no puedo evitar tener el corazón en un puño. Y es que hay cosas que uno no
puede evitar.
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