Acabo de mantener una conversación vía whatsapp con alguien a
quien quiero; mucho. Bueno, ni mucho ni poco; le quiero. Y mi mujer, y mis hijas. Una persona madura, sensata, tranquila y fundamentalmente buena.
Un corazón ilimitado y una entrega incansable. Uno se siente pequeñito ante
alguien así; y yo además, en este caso concreto, muy orgulloso. No lo puedo evitar.
El caso es que la conversación ha derivado a una chiquillada
de mi época escolar que me ha hecho reflexionar. Algo pasado y que creía
olvidado; fue una tontería a alguien de quien acabé más o menos amiguete aunque
apenas teníamos nada en común. Una reacción desproporcionada por mi parte. Me
alegra la charla; me ha venido bien.
A veces, para continuar scalando, hay que parar, mirar hacia
abajo, para continuar sorteando obstáculos camino de la cima. Si lo he
recordado es porque aún estaba ahí, en algún lugar, esperando aflorar para
sanar. En su momento me dolió tanto la causa como el efecto.
Y todo gracias a uno de esos pocos regalos que uno es capaz
de descubrir como tales, con los que el Señor va adornando y enriqueciendo
nuestra vida. No hay casualidades, hay oportunidades, encuentros, hechos, que
el buen Dios pone ante nosotros. Qué hagamos de ellos depende de la libertad
individual; a veces, de dos libertades.
Cuando uno cree ofrecerse, entregarse, con una alegría inacabable,
la realidad te muestra que no, que eres casi un necio, porque lo que recibes es
no solamente más, sino de un valor y una calidad incomparables. Y así, como quien
no quiere la cosa, como lo más natural.
En otras ocasiones, lo que tiene lugar es una suerte de
retroalimentación, producto ni más ni menos que de la comunión.
Y mientras yo a veces me sostengo de un cabo para no caer,
tratando de asir el piolet con firmeza, veo con una satisfacción que me hace
enormemente feliz, la firme scalada de alguien bueno. Profundamente bueno. Sin
pretenderlo, pero ha sido instrumento reparador, de limpieza.
Uno se empeña en ascender, pero para ofrecer algo puro al
llegar, es necesario mirar hacia atrás y limpiar las manchas del camino; no dejar ninguna. Y recorrer el camino acompañado; animado a otros. En eso
estamos.
¡GRACIAS!
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