Es difícil de explicar con simples palabras todo aquello que
supone una explosión grandiosa de fe, pero lo voy a intentar.
Debería comenzar mencionando el día a día de los Misioneros
Redentoristas llevando la Buena Noticia de Jesucristo, o de quienes tratamos de
poner nuestro granito de arena como miembros, de una u otra forma, de esta
Familia, pero cualquiera que se acerque a este blog lo encontrará de una
obviedad tan grande que me abstendré. Cada vez que se acerca una celebración
importante los hombros se multiplican, se multiplica el esfuerzo y se
multiplica la ilusión. Pero como si no se hiciera, todo con una naturalidad que
rompe muchos esquemas. Así se vivió la preparación a la Novena al Perpetuo
Socorro, así vivimos la Novena, hasta llegar a ayer, 27 de junio, día en que
celebramos la festividad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro; fiesta grande para la Familia Redentorista y para la Iglesia.
Ver un templo a estallar de gente, unida por la fe y la
devoción, de distintas edades, de todo tipo y condición, alegres, felices, es
algo que sobrecoge y emociona. Creo que en los tiempos que corren, manifestar
públicamente la fe, de manera tranquila y entusiasta es especialmente
significativo. Y que el gentío de ayer fuera incontable, teniendo en cuenta la
hora y el partido de futbol no hace sino dejar claras las prioridades.
Yo en la Familia me siento cómodo. Mis primeros pasos fueron
casi con aturdimiento, como sin entender muy bien ni la naturalidad ni la
acogida abierta y espontánea. Pero poco a poco, sin darme cuenta, llegó un día
en el que me vi en casa, y por lo tanto, entre hermanos. No por el lugar,
simplemente por el espíritu, por una identificación clara y manifiesta con un
carisma común. El año pasado, recuerdo que ese mismo día, volvió por un momento
esa especie de aturdimiento y me preguntaba de dónde había salido toda esa
gente. Este año no, era simple felicidad al ver de nuevo que el Pueblo de Dios
está por todas partes y de todas partes venían a honrar, pedir y agradecer a Su
Madre, a Nuestra Madre del Perpetuo Socorro.
La entrega del SAMUR, de quien es Patrona, merece no una
entrada, merece un libro aparte.
Ayer, además, gocé viendo bien cerca a un amigo que acudió
por primera vez.
La Procesión fue un espectáculo. Las calles llenas de gente
al paso del Icono, la gente en los balcones, ancianos y enfermos bajando a la
acera… la fe, la devoción y la entrega de tantos.
Ver a mi mujer procesionando como archicofrade de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de San Alfonso, a mis dos hijas de cinco y siete años con sus medallas de la Archicofradía, flanqueando revestidas,
con sus cestas con incienso, a Lalo y a Guille es algo inexplicable. El orgullo
por mis pequeñas y por esos dos chicos a los que quiero tanto, dos hombres tocados
por el dedo de Dios. Uno de una bondad infinita, como si en su corazón cupieran
todos los gozos y sufrimientos de los hombres, y otro que sencillamente se
debió de caer al nacer en una marmita de agua bendita. No creo que pudiera pedir
más.
Si alguien se acercó ayer por simple curiosidad, por el
espectáculo, o por motivos ajenos a la fe, estoy convencido de que el año que
viene repetirá, pero atraído por el Perpetuo Socorro de María.
Yo fui pidiendo porque cuatro fuéramos siempre cinco, por
varios enfermos con nombres concretos: mi padre, el padre de Gonzalo, la madre
de Pepa, mi tía, Jorge Tarazona y por sus familias y quienes les atienden. Pero
también tuve presentes a quienes impunemente utilizan las redes sociales para
arremeter contra los católicos, personalizando a todos ellos en las ofensas que
a diario recibe la Hermana Xiskya. Pedí Luz para ellos. Pero sobre todo
agradeciendo el hermano caído de lo alto un 19 de mayo, hace una eternidad…
¡¡¡y él me creía enfadado!!! Será tontorrón...
Poco más puedo decir porque lo que hay que hacer es vivirlo,
de modo que todos tenéis una cita el 27 de junio de 2013 en el Santuario del
Perpetuo Socorro de Madrid. Podéis ir yendo ya…