Hace unos días, tras una conversación telefónica
con alguien a quien quiero, me planteé (entre otras cuestiones) qué hago yo por aquí, casi a diario, tecleando, poniendo
corazón y fe en la yema de los dedos. Creí encontrar un atisbo en las visitas
(Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, India, Rusia, Lituania, Países
Bajos, Italia, Alemania, Francia, Luxemburgo, Irlanda, Ucrania, Rumanía, Reino Unido, Estados
Unidos, Canadá, Perú, Méjico, Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Puerto Rico, Honduras, Paraguay, Ecuador,
Argentina, Chile, Colombia, Marruecos, Guinea Ecuatorial y claro, España –no sé
si me dejaré alguno). No son muchas las que recibo, empezaron tímidamente y ahora
son algo más de mil al mes, pero son constantes, y al fin y al cabo esto es
algo humilde y sencillo. No me fijé en el número, más bien en la diversidad de
países, y me sobrecogieron la fidelidad y la constancia. A continuación pensé en
los comentarios que no publico –más que nada por vergüenza, por laudatorios-, y
pasé de sobrecogido a abrumado. Confieso que he estado a punto de tomar la decisión
de no continuar; pero luego me dije, son sólo reflexiones y sentimientos particulares
de un padre de familia que se siente comprometido, nada más.
Y cuando estaba en ello, en el sí o en el no, recibí en mi
correo electrónico lo que iba a ser la última entrada en el blog de un amigo.
Lo primero que se me vino a la cabeza al empezar a leerlo fue un ¿no será verdad?,
avancé en sus palabras –lo que es tanto como meterte un poquito en su alma, y
eso eleva; le comprendí. Solamente nos hemos visto una vez, compartiendo una
tarde en familia, si bien más que un amigo es un hermano de fe, algo que nos
une mucho más allá de la historia de cada uno; él camina, yo scalo. Olvidé las
dudas sobre mí, como si nunca las hubiera tenido, me centré en él y le puse
unas líneas. Eso es todo.
Esta tarde, en mi visita vespertina al Santísimo,
ofreciéndole lo que ha sido un día complejo por una niñita de seis años que
necesita de la oración de todos, sin esperar nada, sin buscar nada, sin pedir
más que por ella, por Lucía, sentí claramente algo: Enrique, tu estás aquí
orando por alguien a quien no conoces gracias a May Feelings, a aquel hermano lo
conociste por su blog, has afianzado lazos de hermandad a través de internet,
sigues a gente, sus reflexiones, sus escritos, creciendo de ellos. Tienes los
mismos motivos para hacerlo e igual constancia que aquellos que te siguen a ti.
Arrodillado, recordé cuatro o cinco comentarios que me emocionaron de manera
especial, sinceros, alguno desgarrador, alguno entrañable, y en todas las
reacciones que han suscitado de manera espontánea mis entradas; aquellas
reacciones que libre y espontáneamente me han querido comunicar de manera
directa, tanto de desconocidos como de conocidos, cercanos y amigos, del prójimo
sin rostro y del prójimo próximo.
Fue entonces cuando decidí continuar. Llegué a casa, y tras
acostar a mis hijas, consulto mi correo electrónico y me encuentro con la
agradabilísima sorpresa de una entrada más de mi amigo; aunque los motivos
iniciales no eran exactamente los mismos, el decidió continuar caminando y yo coger
el piolet y clavarlo más arriba para continuar scalando.
Querido Scalante:
ResponderEliminarQué animante saber de tantísima gente que está de camino. Estamos en mayo, mes de María, que siempre nos ofrece su mano para llegar hasta su Hijo. Gracias.
M.A.
Querido "M.A.":
ResponderEliminarA que sí, a que anima ver a tanta gente tomada de Su mano. Especialmente de lugares donde ser Cristiano es un delito.
Un abrazo