Estamos en un mes de celebraciones durante el que una importante
cantidad de niños se disponen a celebrar su Primera Comunión. Encuentro que
es un momento de especial importancia y no sólo para ellos mismos, para sus
familias, para sus catequistas y para la comunidad cristiana en general.
Pero claramente no es solo un momento, es un paso en la Vida,
en el crecimiento en la fe, que ha de darse como lo que es, como un paso, con
un pie en el suelo y el otro levantado para continuar caminando. Acompañados de
familias, sacerdotes, catequistas y la propia comunidad.
Los tiempos actuales no son los mismos que cuando me tocó a
mi, dados el clima generalizado de hostilidad en la sociedad y el desapego por lo
religioso. Por eso son fundamentales todos los acicates que podamos ofrecer a
los niños para que puedan continuar y profundizar su vida como cristianos y, si
bien el núcleo familiar es fundamental, también lo es el trabajo generoso de
catequistas, religiosos, sacerdotes y la vida dentro de una comunidad de fe,
sea parroquial o no. La posibilidad de que los chavales cuenten con grupos en
los que desarrollarse de una manera sana y alegre en sus distintas etapas de
madurez les facilita el asentamiento de la seguridad personal, sensación de
libertad y fortalecimiento del carácter, además de apertura de mente para descubrir su
propia ubicación en el mundo.
La generosa entrega de los catequistas es, sin duda, ejemplo
de su ubicación en el mundo como respuesta a una vocación concreta para darse a
los demás; su tiempo al servicio del hermano.
Hoy, que celebramos la festividad de San Juan de Ávila,
patrono de los sacerdotes españoles, felicito y agradezco a todos los que
conozco, y a aquellos que se preparan y forman para serlo. Sin ellos, ni esas
Primeras Comuniones –ni ninguna otra- serían posibles; no tendríamos quien
consagrara el Pan y el Vino.
Pido por ellos, como por los niños que comulgarán; pero sobre
todo por los que no lo harán porque sus padres han decidido que crezcan al
margen de Dios, por todos los niños que nunca han oído hablar de Cristo, por
todos aquellos a los que nadie les ha hablado de la Buena Noticia. Y en la
labor de su propagación hemos de estar implicados y empeñados todos los que
formamos parte del pueblo de Dios, porque no somos espectadores de una
película, somos todos protagonistas y cada uno de nosotros tenemos nuestro
papel y por ello debemos de estar dispuestos a cumplirlo de la mejor forma, con
la actitud más alegre, con la entrega más fiel y la mayor apertura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario