Escuchar a un sacerdote, revestido, durante su homilía
pidiendo que oremos por los sacerdotes a mí, francamente, me impresiona. Que
además hable de sus miedos y de la confianza en que el Señor es mayor que los
miedos o la debilidad, pues qué queréis que os diga, es una homilía completa en
sólo dos frases. Aunque gracias a Dios, éste en concreto nos espabila, emociona
y toca con bastante más que un par de frases. Cuando, además, le quieres y él
te conoce mejor que tu mismo, en fin, touché; sí, conoce a sus ovejas, y cada una de ellas
reconoce su silbido incluso cuando no lo hay, que el silencio es también un signo (y puede serlo demoledor).
Acabó la celebración con dos preguntas bomba, una a los padres ¿qué haríamos
si un hijo nos dijera que quiere ser sacerdote o una hija religiosa? Y otra a
los jóvenes que sienten la llamada. Que cada uno responda como crea, yo lo
tengo claro. Sin embargo, dos religiosas queridas y amigas con las que compartí
banco durante la Eucaristía se me “abalanzaron” a hacerme directamente la misma
pregunta como padre. Su pregunta me produjo una cierta desilusión, la verdad,
pero no carece de sentido. Imagino que mucha gente pide con buena intención por
las vocaciones, pero casi de un modo egoísta: yo pido, pero no llames a mis hijos,
llama a los de los demás. Padres felices por los matrimonios de sus hijos aunque
se vayan a vivir a las antípodas, y horrorizados de que sean sacerdotes o
religiosas. Sensación de pérdida o incomprensión, no lo sé, en cualquier caso a
mi, en frío, me da la sensación de falta de fe y necesidad de control; y un egoísmo
brutal.
Sinceramente, creo que uno de los mayores éxitos de un padre
es conseguir formar y educar a sus hijos para que adquieran la madurez
suficiente como para acoger su propia e individual llamada con sensatez y
generosidad. Y llamadas, vocaciones, hay muchas y de diversos tipos (de hecho, hoy he agradecido a una Oblata del Santísimo Redentor su vocación y su respuesta fue: gracias a tí por la tuya. Ya, tiene un sentido del humor fuera de lo común). En
reconocer, aceptar y acoger con libertar la propia creo que radica la base
imprescindible para un futuro feliz. ¿Qué padre no es feliz con la felicidad de
sus hijos? Puede que sea cuestión de cómo plantear el tema, además de la fe.
Yo rezo por las vocaciones, en manera genérica, en forma
concreta por varios, y personal por la fortaleza de la vocación de quien ya dio
su SÍ. Quizás porque conozco a varios sacerdotes y religiosas, lo encuentro
algo normal. Hacerlo por quien presidió esta tarde es tan natural y diario como
por cualquier miembro de mi familia.
Pero este día no es solamente para pedir por ellos y por las
nuevas llamadas; yo lo veo también como una ocasión para agradecer su SÍ. Y
aunque ya lo he hecho por diversos medios tanto a quien comienza a dar sus
primeros pasos, como a quienes dan pasos tan firmes que sus huellas marcan el
camino de otros, aprovecho para hacerlo también por aquí: GRACIAS. No puedo
menos que deciros GRACIAS. A cada uno de vosotros, no os nombro porque la
Familia es demasiado grande como para señalaros de manera
individual, pero aquí estáis, como algún Escolapio o alguna Catequista. Y GRACIAS también a los que ni conozco por gastar vuestras vidas
por la Buena Noticia.
Pedir que todos encuentren el lugar perfecto para llevar a cabo el proyecto de vida que Dios ha puesto en cada cual.
ResponderEliminarGracias, dar siempre las gracias por la vocación que nos ha sido encomendada, sea cual sea.
Así es Noe porque, además, cada llamada individual no es tal en sí misma, sino que alcanza su sentido y plenitud en tanto se da y crea Vida a su alrededor
EliminarYo debo ser la Oblata. Y sí te felicité por tu vocación. ¡¡Faltaría más!! O me negarás (a estas alturas) que no es una vocación igual de apasionante que la mía. Por su puesto que sí. Porque hemos elegido y tratamos de vivir lo elegido con verdad y (con humor)y al final (o al principio) se trata de responder a una llamada. Yo, hay preguntas que no hago (me me alabanzaría para preguntar a un padre por... los míos aún no han "asimilado" mi respuesta) La llamada es un don y toda vocación es un don. Pues vamos a celebrar que dando respuesta a la llamada concreta somos felices, muy felices. Un brindis!!!
ResponderEliminarNo, Inma, no te lo niego; estoy feliz de ello, muy feliz. Y ya sabes que si cuadra ¡Brindaremos!
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