Sin parar de aprender. Hoy no he parado de aprender. Cuando
uno está lo suficientemente abierto aprende a mirar en lo pequeño y a hacerse
diminuto ante la inmensidad que ofrece lo sencillo y lo humilde. Pero otras
veces la lección te circunda, te impregna y te deja pasmado palideciendo frente
a su grandeza.
Esto me ha ocurrido a mí a lo largo del día de hoy. La
primera lección ha venido de Lalo, sí de Álvaro Ortiz Jiménez de Cisneros. Todo
un hombre de veinte años, entregado siempre a los demás, con un corazón
elástico hasta el infinito, entero, sereno, sensato, y con una fe tan robusta
como la de los miembros de la Comunidad donde yo le conocí, los Redentoristas.
Hoy el cariño se ha teñido de admiración y orgullo por un joven, que incluso en
los momentos que vivía continuaba preocupado por quien necesita de él. Su
dolor, su fe, su actitud, han dibujado una sonrisa de admiración y orgullo en
el fondo de mi alma.
Una lección de acogida y entrega de Familia, de fe, de
cercanía, de Amor, de Vida que ha venido de la mano de dos sacerdotes Redentoristas. No es ninguna sorpresa, pero vivirlo en estado puro una vez más me
ha hecho sentirme orgulloso y agradecido.
Una lección de los mayores de la Parroquia del Perpetuo
Socorro, acompañando y arropando a uno de sus miembros jóvenes y su familia.
Una lección de un numerosísimo grupo de jóvenes ofreciendo su
voz, sus dones, su presencia, su cariño, su fe, su vida, su consuelo, su AMISTAD,
a un hermano y su familia.
Una lección aún más explícita de cuatro chicas de ese mismo
grupo con las que compartí comida y conversación. Una conversación que ha sido
para mí toda una catequesis, un compendio condensado de fe, doctrina, moral,
práctica, entrega. Unas mujeres extraordinarias. Tampoco ha sido una sorpresa
porque las conozco, pero evidenciarlo en tiempos fuertes de semejante forma a
uno no deja de asombrarle. Y manifestando de forma explícita la impagable labor
y la eficaz Pastoral de la Comunidad en la que sirven, y la inteligencia, entrega
y bondad del sacerdote que les acompaña.
Una lección de una niña pequeña queriendo abrazar a Lalo.
Una lección de entereza de toda su familia.
Una lección también de mi mujer que, generosa, me ha
permitido estar, hacerme presente.
Sintiendo el abrazo para todos de Nuestra Madre del Perpetuo
Socorro, y la mirada satisfecha desde el Cielo de más de un padre.
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