Anoche me desvelé. Tras dos semanas durmiendo razonablemente
bien, me desvelé. Eran las cinco y media de la mañana, y con los ojos como
platos, encendí el ordenador para estudiar un rato. Pero primero revisé mi
correo electrónico, y abrí uno de los varios emails que ya había recibido. Me
encontré con un regalo inesperado: un video en Youtube de los Redentoristas (http://www.youtube.com/watch?v=Ev5bbgs2THo&feature=uploademail). No hay más que pinchar en el enlace, y comprobar que todo
lo que yo pueda escribir sobre ellos en este Blog es nada, se queda corto y
palidece ante la sencillez de cincuenta y dos segundos de video con las
opiniones de dos personas que les conocen bien, dos laicos de diferentes edades
que comparten su vida de fe en el Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid. No
es sólo lo que dicen de ellos, es cómo lo dicen, esa sencillez que te desarma y
el ejemplo diario de quienes hablan lo que hace de este video un testimonio
Redentorista en sí mismo.
Los conozco a los dos: Alberto Albitre (Tito) y Vicente
Gómez.
Vicente, en cualquier celebración en PS aparece fundido a una
cámara de fotos, como si los dos fueran uno, plasmando la intensidad de cada
momento para el recuerdo de todos. La primera vez que estuve con él, la primera
vez que le miré a la cara pensé: “estoy ante una buena persona de verdad”, una
buenísima persona. No voy a contar nada más, simplemente cómo se acercó a mí en
la capilla de la Comunidad tras la eucaristía en la que el P Ambel nos entregó
los diplomas de la JMJ, intuyendo generoso y con una sensibilidad que refleja
un fondo inacabable, que yo no estaba en mi mejor momento. Sus palabras, su
cercanía, fueron el mejor “acompañamiento”. Será inusual, pero precisamente por
eso cobran una fuerza especial para mí las palabras de Tito cuando dice que te
acompañan en los buenos y en los malos momentos, porque más allá de personas
concretas yo me he sentido acompañado por la Comunidad, religiosos y laicos. Y
éste no es un hecho anecdótico, es una realidad que se constituye en esencia
misma de la Congregación: conseguir generar una auténtica familia entorno a
Cristo. Porque el Amor por Cristo de estos incansables religiosos es algo que
se contagia de una manera tan natural como el respirar y que se expande con una
fuerza centrífuga imparable, para que llegue a todos el escándalo de la Redención. Y como en cualquier familia uno goza con ellos y
por ellos, y también sufre con ellos y por ellos.
Tito, catequista de la Parroquia, es uno de esos jóvenes que
ejemplifican una Iglesia viva, joven, natural, profunda, entregada, amante de
Cristo y en el mundo, absolutamente en el Mundo. Ya he hablado más de una vez
de estos jóvenes, y aunque casi podría ser su padre, me ayudan a crecer, me
siento especialmente cerca de ellos, me hacen babear de orgullo y les quiero.
Pero no yo, que puedo ser raro, raro, raro, también María y mis hijas. Son
personas felices, alegres (con los problemas de la edad y de la propia vida que
es cruel a veces), que se entregan a los demás y entre ellos en su Parroquia;
que crecen y se fortalecen con el acompañamiento, incondicional, entregado,
firme, bondadoso de un sacerdote Redentorista, teniendo así a
su lado una imagen siempre presente y nítida de la Buena Noticia, como en
tantos otros Religiosos Redentoristas. Ellos son un Tesoro en sí mismos. Tito
además, es un hombre extremadamente simpático. Su cara suele ser auténtico
reflejo de su alma, quizás por eso se muestre casi siempre risueño. Hoy le toca a Tito,
sí, pero podría hablar de cualquiera de ellos.
Por la tarde anduve junto a él todo el camino por las calles
de Madrid por el que transcurrió el Via Crucis de la Vicaría VII. Había más,
otros de esos jóvenes de mi parroquia participando activamente, como también
otros miembros mayores y ejemplares. Porque eso es esta Familia, un grupo de
personas de todas las edades que se apoyan y aprenden unas de otras. Ahí estábamos
todos, siguiendo la Cruz y convocados por un Padre que ayer estaba
especialmente exultante.
Estos cincuenta y dos segundos de video me hacen de nuevo ver
la suerte que tengo, y darle una vez más GRACIAS a Dios, por llevarme hasta ese
Santuario, y porque, en su momento, un sacerdote Redentorista decidiera
ofrecerme su mano.
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