Scala News

martes, 13 de marzo de 2012

Adiós amigos, me voy


Adiós amigos, me voy pero os llevo en el corazón. Me he sentido un privilegiado entre vosotros durante todo este tiempo. Me habéis acogido, me habéis fortalecido, me habéis enseñado a crecer, a ser más paciente, más comprensivo. A vuestro lado he aprendido que Dios está realmente con vosotros, que es Él realmente quien nos mueve y nos impulsa. Muchos de vosotros puede que no seáis conscientes de ello, pero he podido ver a Cristo en cada uno de vosotros, en vuestras vidas, en vuestros rostros. No sé si he sabido hacerlo bien o no, pero ilusión y ganas no me han faltado; no voy a ser pudoroso, no me ha faltado Amor. Espero que al menos lo hayáis sentido un poquito en algún momento. Vuestra mirada, vuestros ánimos tan jubilosos en ocasiones a mi me han hecho sentirme muy, muy querido. Y mi intención no era otra más que acompañaros un poquito ¡seré iluso! Sé que alguna copa que otra quizás sobraba, pero hasta en eso uno aprende a amar la vida, y amar la vida es amar a Dios, como decía Tolstoy. Quizás mi empeño solitario de acercaos a Él simplemente estando a vuestro lado haya sido demasiado pretencioso por mi parte. No sé qué os deparará la vida aquí, pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que vuestro futuro es el Redentor con los brazos abiertos. Además, os lo merecéis como nadie. Él os quiere.

La vida teje relaciones, provoca encuentros gozosos, pero también está hecha de separaciones. Y ya ha llegado el momento. No nos engañemos, todos sabíamos que tenía que llegar. Me duele; físicamente, porque querer, amar, también duele cuando se hace de verdad. Para mi ha sido como toda una vida. Y, además de por los recuerdos, seguiremos unidos por el Perpetuo Socorro de María, que nos ampara a todos.

No estaréis solos, lo sabéis. Le tenéis a Él y ha un grupo magnífico de personas que se desviven por vosotros, de quienes también me despido.

Seguro que llegará otro desconocido que habrá decidido mezclarse entre vosotros, y seguro que también le acogeréis y jalearéis animosos. Puede que, como conmigo, alguno se abra de una manera sincera y también le pongáis un apodo. “Voluntario milagro”, creo que es de las cosas de las que más orgulloso me siento, producto más que de la realidad, de la bondad de Sor Juana, pero sea como sea, ya que has vuelto le pido a Dios que no te apartes nunca más de Él.

Vidas complejas, algunas mentes enredadas, cuerpos minados, rostros marcados no sólo por el natural paso de los años sino mucho más por la crueldad del hombre. Con vosotros he sentido el desprecio del bienpensante, el rechazo del “digno”, el ojo inquisidor de la mirada de suficiencia; pero también la grandeza de muchos y la plena expresión de que la Iglesia es Madre, en este caso en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.

Hoy me han vuelto a llamar para acompañaos, pero ya no puede ser de manera habitual, aunque os prometo que en cuanto pueda me acercaré a pasar un rato con vosotros. No os abandono, simplemente he vuelto a trabajar.

Gracias Cristo porque siento que me has permitido tocarte. Concédeme Luz para volver a encontrarte entre los más abandonados el tiempo que me quede libre. Porque he vivido que tu estás ahí, en la calle, y estás esperando nuestras manos.

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