A ti que dudas, que no te asalten las sombras en la noche del
mañana; a ti que dudas que no te ahogue el vacío de la nada, cuando mirando a
popa no distingas ya la estela de tu propia vida y confundas la espuma de las
olas con la salobre frialdad de tus lágrimas.
A ti que dudas ahora, que no perdure tu duda eternamente,
porque con el paso del tiempo quedará sin respuesta y el eco sonará incesante,
despierto, dormido, sólo o en el ruido del mundo. El eco te acompañará a cada
paso, en cada conversación escucharás de fondo la misma palabra: tu nombre.
Las dudas no se resuelven ni huyendo hacia adelante ni
escondiéndote en las brumas de lo que sabes que no te satisface.
Ten valor para afrontarlo; ten valor para responderte a ti mismo.
Porque solamente encarando tu nombre despejarás los miedos, resolverás las
dudas, disiparás las nubes y verás con claridad el horizonte. La duda no es la
respuesta en sí misma; la respuesta está justo al otro lado y para conocerla
hay que cruzar la línea. Sólo eso. No siempre se encuentra lo previsto, pero
sea lo que sea lo que aparezca habrás abierto el camino de la madurez. Habrás
acallado para siempre el grito ahogado de la incertidumbre.
Todo lo demás son parches, tiritas sobre lo que con toda
seguridad se convertirá en una herida que acabará supurando con los años.
Despejar esa incógnita es abrazar la posibilidad de ser
realmente feliz; algo que no cabe aplazar. Y para ello no estás sólo, estás
rodeado de manos, de hombros, de corazones. Si algo tienes cierto es que no
estás sólo. Lo sabes; si algo tienes realmente cierto en esta vida es que le
tienes a Él.
Muy, pero que MUY bonito.
ResponderEliminarUn abrazo
javier
Que bonito, y que talento tan desperdiciado total con 30 minutos que le dedicaras al dia teniamos un libro publicado o dos o tres. besos
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