Ya es Miércoles de Ceniza, ni un día cualquiera ni un
miércoles cualquiera. Hoy comienza un periodo de cuarenta días en el que
dejarnos morir con Cristo para renacer en un hombre nuevo con la Pascua.
Cuarenta días de solidez y afianzamiento en la fe para acabar celebrando la
gran fiesta de la Cristiandad, la Resurrección. Cuarenta días a caminar con Él.
Cuarenta días de entrega y abandono de uno mismo, de vaciamiento del lastre
acumulado. Cuarenta días de conversión. Cuarenta días de ofrecimiento. Cuarenta
días de oración. Cuarenta días de acción. Cuarenta días de meditación y puesta
en práctica.
Cuarenta días en los que ir llenándonos de Cristo a medida
que le acompañamos a la Cruz. Pero ¿cómo puedo hacerlo? Sin duda la oración es
el núcleo y la raíz; la columna vertebral que centra y sostiene el esqueleto de
nuestro alma; el sustento que nos mantiene firmes. Pero así como la oración
robustece la fe, ésta nos ha de empujar como consecuencia natural a actuar, a
obrar. Y no lo tenemos difícil. Con la oración podemos recorrer los pasos con
Jesús, y en la vida diaria encontrarle a Él en nuestros semejantes.
Yo le tengo a Él en María, mi mujer, en mis hijas, en mis
padres, hermanos, sobrinos y por eso quiero que vean en mí la alegría de la Esperanza en
la Resurrección. Como en ese hermano y amigo por quien rezo y a quien desde mi
silencio y mi sombra me gustaría que nunca olvidara que aquí estoy, como un Simón
de Cirene dispuesto, sincero, firme y confiado para levantarle el Madero. En el
hermano desconocido, a quien con mi gesto y mis manos deseo poder ayudar a
llevar su propia Cruz. Todo lo que haga he de hacerlo con Él, para poder hacerlo
por Él. Tratar de aliviar su dolor en la Cruz es tratar de aliviar el dolor de
la Cruz del prójimo. Él asume y carga sobre Sí los dolores de la humanidad;
ayudar a mitigar el dolor de los demás es ayudarle a Él a aligerar esa carga, y
al mismo tiempo cooperar a que quizás alguien le sienta cercano. Colaborar en
la Justicia es trabajar por su Justicia.
Cada gota de sangre que derramó como prenda por los pecados
de la humanidad es un grito para liberarnos de la opresión de nuestro pecado,
un imperativo para romper las cadenas que atenazan las estructuras que generan
y mantienen el pecado. Liberarme de esa opresión estos días en el sacramento de
la Reconciliación me hará llegar a los pies de la Cruz ligero para inundarme
del Agua de Vida de su costado.
Hoy comienza el camino de cuarenta días hacia el Sepulcro
vacío y yo anhelo llegar con mi corazón como una tumba abierta que deje tras de
sí los jirones del sudario para colmarse con la realidad de un hombre nuevo. Ese
camino se inicia con el signo de la imposición de la Ceniza y yo recorreré los
primeros pasos en familia, con mis hijas que, aunque son aún unas niñas
pequeñas, lo andarán cogidas de las manos de sus padres, sintiendo la inmensa
alegría y confianza que queremos transmitirles; así acudiremos juntos a la
Eucaristía de seis en el Perpetuo Socorro de Madrid a que en nuestra comunidad
un Redentorista nos la imponga sobre la frente y nos aliente a convertirnos y
creer en el Evangelio.
Y todo con la alegría serena y confiada que nos da la seguridad de que finalmente llegará la
Pascua.
En contraste. ¡Qué importante es conocer el fondo y no quedarse en las formas! Muchas gracias. Nos seguimos, y coincidimos. Sé valiente. Abre tus puertas a Cristo, el Señor.
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