Acabo de leer un artículo en el que se afirma que la participación de un religioso y sacerdote en un “reality show” es un producto natural (exagerado y desquiciante, si se quiere; pero natural) de la descomposición de la vida consagrada. Lo siento pero desde mi experiencia personal como un simple católico no puedo estar en absoluto de acuerdo. No soy ningún especialista, no soy ningún erudito; simplemente un cristiano que conoce, quiere y se identifica en concreto con una específica Congregación religiosa y que conoce bastante bien a otras muchas.
Todos los religiosos que conozco son gente no sólo de una fe robusta, sino testigos fieles y ejemplares del Evangelio, fieles a la Palabra, fieles a la Iglesia y fieles al hombre. Compaginan el seguimiento extremo a la llamada concreta a cada uno a seguir a Jesús según diferentes carismas, con fidelidad a la tradición recibida en sus propias Congregaciones, Órdenes o Institutos con el acompañamiento a ancianos, jóvenes, niños, matrimonios, separados… atendiendo a cada situación social de una manera genérica y concreta en cada persona. Sembradores, pescadores, acompañantes en el discernimiento, entre los más pobres, entre los desheredados del mundo tanto del nuestro como en cualquier punto del planeta; los predilectos de Jesús sí, pero sin rechazar a un solo Epulón. Sin preocuparse de sí mismos, sin pensar en sí mismos tan sólo desviviéndose porque todos conozcan la Buena Noticia del Evangelio. Entregando literalmente su propia vida.
Hospitales, colegios, Universidades, Residencias de Ancianos, Parroquias, la calle, el hombre. Los hay con hábito y sin él, porque no sólo el hábito no hace al monje, sino que una determinada vida dignifica unos vaqueros como el más precioso de los hábitos, igual que una vida desordenada ensucia hábitos o alzacuellos en apariencia pulcros.
Estoy felizmente casado y soy padre de dos hijas, pero me he sentido tocado y dolido por una afirmación genérica que considero manifiestamente injusta; meter en el saco de tamaña afirmación a quienes considero mis hermanos es algo que me duele por radicalmente falso y no puedo ni quiero quedarme callado.
Todos conocemos casos concretos de todo tipo y en cualquier orden de la vida, y ninguno da derecho a una generalización impune. Las situaciones irregulares pueden ser sonoras, pero creo que ya está bien de mezclar churras con merinas. Que se identifiquen y señalen las que se quieran, pero que no se haga caso común de lo que no dejan de ser situaciones particulares y/o concretas. Los problemas que existan que los resuelva el Ordinario, su Superior, la Congregación para los Institutos de Vida Religiosa y Sociedades de Vida Apostólica o quien tenga que hacerlo.
Yo de la Vida Consagrada no conozco descomposición, conozco Vida, entrega, sacrificio y generosidad, identificación plena con Cristo, no descomposición. Universalizar de esa forma equivale a señalar a quienes quiero como mis hermanos, y ya que esto lo trae un concreto programa de televisión, dándole la vuelta a la famosa frase de una conocida televisiva: yo por mi familia me dejo matar.
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