Scala News

lunes, 16 de enero de 2012

¡VENID Y LO VEREIS!

Menuda pedazo de HOMILÍA acabo de escuchar. Ir a una parroquia Redentorista es apostar sobre seguro, pero lo de esta tarde ha sido llegar a la excelencia con una seguridad, claridad, sencillez y naturalidad contundentes. Todas ellas son cualidades comunes a los miembros de esta congregación que el Padre en cuestión nos ha servido aunadas y engrandecidas. Silencio sepulcral durante la homilía, aunque mejor sería decir reverencial ateniéndonos a la RAE porque como poco incluía respeto de una manera evidente.
Sin soslayar ni la segunda Lectura, lo cual es también de agradecer, pero centrándonos a todos con claridad en el “Venid y lo veréis”. Sin sensiblerías, con un lenguaje cercano y entendible por todos. Tocando con el dedo de la Palabra el corazón y la cabeza de quienes allí estábamos. Un sembrador en toda regla, regando el terreno abonado con el agua del ejemplo y la sensatez.
Vuelvo a la RAE para quedarme con la primera acepción que nos ofrece de la vocación: “Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión”. La llamada al estado religioso o sacerdotal es la faceta más significativa, evidente y sonora de la vocación; pero no es la única. Por esa misma inspiración Dios nos llama a seguirle, a cada persona de una manera única y concreta. Yo tengo claro cómo, cuándo y dónde me puso delante a María como regalo para seguirle a Él en ella, con ella, en el matrimonio; luego nos bendijo con dos niñas. Mi caso no es el de una vocación clara al matrimonio, sino el de una vocación clarísima al matrimonio en la persona de mi mujer, a seguirle a Él de la mano de mi mujer. Por eso puedo afirmar que mi misión primera es mi esposa, mi familia. Pero no se queda simplemente ahí porque Cristo nos llama cada día a seguirle, tanto con nuestra vida diaria, en nuestro entorno, como de una forma más específica. La respuesta es sólo nuestra, y aquello a lo que nos llame, sea lo que sea y cómo sea, siempre es algo objetivamente realizable aunque dudemos de nuestras capacidades o nuestras fuerzas: “Da quod iubes et iube quod vis”, Agustín de Hipona. Ni siquiera la radicalidad depende de nosotros, sino de lo que Él nos pida; lo que de nosotros depende no es más que la respuesta. Pero la radicalidad misma puede estar una vez más en nuestro propio estilo de vida, no centrado ni asentado más que en Él. Si creemos que nos muestra otro tipo de caminos, pero vemos el horizonte nebuloso, nada como la oración y el acompañamiento para discernir; y decisión para responder. Despejadas las nubes no cuenta la tibieza y no te podrás zafar de responder porque a Él lo verás en cada rostro que te cruces por la calle, y de una manera más patente y clara en cada abandonado, en cada necesitado de auxilios.
Cuando lo tengas claro, cuando asumas como propias las palabras del Evangelio “Fuit homo missus a Deo cui nomen erat….”, poniendo tu propio nombre al final de la frase, como cooperador no sólo a tu propia salvación sino a la común, como cooperador a la propagación de la Palabra, como cooperador a la Justicia, de lo único que quizás te arrepientas es de no haber respondido antes y de la torpeza de tus excusas.
Sobre la vocación ha versado la homilía de un sacerdote extraordinario; sí, extraordinario, pero eso es algo común en los religiosos y sacerdotes de la Familia Redentorista.

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