Hoy
es un día grande para la Iglesia Universal, porque una Congregación Religiosa
cumple 280 años, la Congregación del Santísimo Redentor, los Redentoristas,
nacida de la inspiración, perseverancia y empeño de San Alfonso María de
Ligorio a la vista del abandono en el que se encontraban los pobres de las
zonas rurales del Reino de Nápoles. Eran éstos “los más necesitados de auxilios
espirituales, al faltarles con
frecuencia quien les administre los santos sacramentos y la palabra divina; tanto
que muchos, por falta de obreros (apostólicos), llegan a la muerte sin conocer
ni siquiera las verdades de la fe”, según reza el Supplex Libellus elevado a
Benedicto XIV solicitando la aprobación del Instituto.
El
celo apostólico de Alfonso, su fe robusta, su perseverancia, su inteligencia
privilegiada y, por encima de todo, el empuje del Espíritu, gestaron esta obra
santa –junto a otros misioneros- aunque el propio Fundador fuera expulsado de
la Congregación víctima de intrigas y ambiciones humanas. Pero incluso entonces
él mismo, el propio Santo, predijo el éxito de su empresa. Perseverancia.
No
es cuestión ahora de hacer un examen del estado general del clero napolitano de
la época, ni resaltar la lucha de Alfonso contra todas las herejías del
momento, ni su combate tanto contra el rigorismo como contra la laxitud,
ni su férrea e inquebrantable fidelidad y obediencia a la Iglesia y al sucesor de Pedro; ni
siquiera como paralelismo en los ciclos de la historia. A mí ahora me interesa destacar cómo supo ver los
signos de su tiempo, tanto como en la actualidad sus hijos se afanan por
vislumbrar los signos de los actuales con el único empeño de continuar
anunciando la Sobreabundante Redención a los más necesitados de auxilios de
nuestro mundo y en nuestro momento histórico bajo el pontificado de Benedicto
XVI, sucesor de Pedro. Porque en esa tarea desgastan su vida en la actualidad
todos los que conforman esa “élite de santos decididos, como los apóstoles,
a dar sus vidas para predicar el
reino de Dios y salvar las almas”.
A pesar de los tiempos que corren, con más renovado empeño en los tiempos que
corren, edificados sobre roca firme, y alentados por una fe robusta.
Una
Congregación que se encuentra en un extraordinario estado de salud, misionando
por los cinco continentes, ejemplo vivo del Evangelio con una naturalidad, sencillez,
profundidad y alegría que no provienen sino de la Verdad, porque Copiosa Apud
Eum Redemptio, “del Señor viene la misericordia, y en Él la Redención es
abundante”.
Hoy es
un día feliz para todos los que formamos parte de la Familia Redentorista, sacerdotes,
religiosos o laicos, porque 280 años son unos cuantos. Pero sobre todo por
tener la vista en el presente y hacia el futuro, para llevar a Cristo en el
corazón, con la palabra, con la Vida, a los más necesitados. Tratando de hacer
la voluntad de Dios; después de todo, como el propio San Alfonso decía “si
hacemos la voluntad de Dios ¿qué más queremos?”.
Un alegría
que se redobla desde el Cielo en la Comunión de los Santos con los nombres de San
Alfonso Mª de Ligorio, San Clemente Mª Hofbauer, San Gerardo Mª Mayela, San
Juan Nepomuceno Newmann, y los Beatos Genaro Mª Sarnelli, Pedro Donders,
Francisco Javier Seelos, Gaspar Stanggassinger, Dominik Trecka, Nicolás
Charnetskyj, Basilio Velychkosky, Iván Zyatyk, Zenón Kovalyk y los de los
Santos anónimos de esta Congregación que gozan ya de la Redención de la que
fueron testigos. Yo, además, conozco a varios de esos que quizás algún día sean
Santos anónimos (o incluso oficiales), porque ya lo son desde el silencio de su
Vida diaria de entrega, con el único ruido de su sonrisa, desde la benignidad
pastoral y bajo la bandera de la Redención; silencio sólo roto por la Palabra
que predican, por la Verdad que siempre resplandece.
Como
miembro de la Familia Redentorista tengo una alegría desbordante; sí, como
laico Redentorista, y por lo tanto como católico, como miembro de la Iglesia
porque, siguiendo las palabras de Monseñor Joseph Tobin CSsR, los diferentes
carismas permiten “en su totalidad dar oxígeno a la Iglesia”. Tengo, además, la
suerte de, junto a mi mujer y mis hijas ir scalando en esta Familia. Y el gozo
indescriptible de haber comenzado a celebrarlo ayer, rezando y dando gracias
ante el Santísimo por estos 280 años, durante la Oración de los jueves del
Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid: en Familia y en casa.
Por
ello, desde aquí, felicito a toda la Familia Redentorista repartida por el
mundo, una familia abierta a todos, y elevo mis oraciones al Altísimo por cada
sacerdote y religioso de la Congregación, por los postulantes, para que desde
la fidelidad y el celo de San Alfonso continúen su misión en la Iglesia para el
anuncio de la Sobreabundante Redención, y para que quienes hemos dispuesto poner
nuestro tiempo, manos y dones en su cooperación, en esa misma misión, sepamos
transmitirles nuestro cariño y agradecimiento.