Me pareció magnífica la película que anoche emitió la primera cadena de RTVE sobre el Cardenal Tarancón. Un hombre extraordinario en todos los sentidos. Además de haber leído hace tiempo sus memorias, recuerdo con bastante nitidez aquellas fechas aunque por mi edad quizás no debiera, lo recuerdo por la intensidad con la que se vivió en mi casa –como imagino que en casi todos los hogares de España-, y porque siempre hemos convivido los pequeños con los ancianos escuchando de manera natural todo tipo de conversaciones. Eso es algo enriquecedor y de lo que disfruto con mis hijas cada vez que venimos a Santander a casa de mis padres.
Pertenezco a una familia esencialmente liberal por ambas ramas y esta tarde ha surgido la conversación sobre el Cardenal con mis padres y algunos tíos, lo que ha dado lugar a todo tipo de batallitas que casi me evocaban escenas de película, como cuando un hermano de mi padre de 83 años contaba cómo a los 11 años, en el colegio les dejaron a todos un día sin recreo para formar filas frente al Padre Prefecto y varios representantes de Falange para que se alistaran al Frente de Juventudes y de los cerca de 800 alumnos solamente 13 no lo hicieron, entre ellos mi padre y mis tíos paternos y materno. Ocurrió en casi todos los colegios, pero no así en el de mi madre; se nota que las monjas de su cole eran francesas.
Supongo que a mis hijas todo eso les suene a ciencia ficción, gracias a Dios. El caso es que todos elogiaban, como lo hacían en su momento, la figura de Tarancón. A mi se me ocurrió hablar del lamentable papel de gran parte de la jerarquía de la Iglesia española, que no de los sacerdotes y religiosos de calle; todos de acuerdo. Continuaban con las excelencias de gran liberal de D. Vicente en lo personal y en su faceta colateral de político. Llegado este punto yo opiné, que independientemente de la visión política, fundamentalmente intentó aplicar la doctrina de la Iglesia y que comenzara a hacerse efectivo el Concilio Vaticano II, acabar con una jerarquía eclesiástica con muchos puntos en común con la actual Iglesia Oficial china aunque por el otro lado (porque la potestad en el nombramiento de los Obispos por parte de Franco….., en fin, sin comentarios). Pues ese simple comentario hizo torcer el rostro de uno de mis tíos; sí, el laicismo hace estragos.
Sin embargo, una visión que trata de ser abierta y comprensiva (admitiendo poder estar equivocado) casi puede parecer retrógrada ante determinadas personas que pretenden retorcer el mensaje del Evangelio hasta hacerlo casi irreconocible para adecuarlo a ciertas situaciones sociales injustificables (y no pienso únicamente en la hermana Forcades…).
Hombres de Iglesia como D. Vicente Enrique y Tarancón han contribuido de una manera esencial –aunque no siempre visible- a que hoy podamos disfrutar de las libertades actuales, alentando las conciencias desde púlpitos y confesionarios.
Lo malo de este país es que damos demasiados bandazos, lo que, una vez más, me hace darme cuenta de lo inmensamente afortunado que soy pudiendo vivir mi fe entre la entregada y siempre sensata familia Redentorista.
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