Se va acercando la llegada del Niño y trato de ir soltando lastre, recapitulando lo que ha sido este año, eliminando todo aquello inservible. Intento ir buscando qué podré ofrecerle. Quiero presentarme desnudo ante él para entregarle lo mejor y más puro que tenga, aquello que le sea más grato. Pero por mucho que lo intento, por el momento, todo lo que encuentro son los regalos que Él mismo me ha ido haciendo.
Es cierta la crudeza del paro, que marca y tumba, que desestabiliza desde muchos puntos de vista, mostrándote una realidad descarnada. Pero ahí le veo también a Él cogiéndome de la mano para ni siquiera asomarme al abismo. Es mucho, muchísimo más lo que me ha regalado. Está conmigo. Le siento y además cuento con quien me ayuda a reconocer esta realidad. Poder vivir tu propia fe en una comunidad sólida; el apoyo de mi mujer, mis hijas, el acompañamiento paciente y generoso. Y todos los nombres que este año han entrado en mi vida; en mi vida y en la de mi familia. Y todo por nada. Y todo casi a base de casualidades, en las que no creo. Su mano ha ido guiando los pasos para colocarme donde debía estar y toparme con las personas que Él mismo quería y de las que no paro de aprender. Y eso me hace feliz.
Estoy ahora ante la Luz de Belén, y sentado en el suelo bien cerca no siento más que la luz y el tibio calor que desprende. Pero es extraño porque apenas acierto a distinguir si ese calor viene de fuera o me sale de dentro. Está también dentro, pero deseando salir y compartirlo.
Me encuentro sereno, aunque creo que me voy acercando a la realidad de que me falta algo. Y creo que cada día soy más consciente de que es la inactividad (no sólo la laboral) la que marca el vacío que me señala hoy incompleto. Porque tenerle y no saber darlo es el mayor acto de egoísmo que pueda cometer cualquier ser humano. Busco el cómo. Asentado en Él, he de ubicarme en el mundo.
Continúo escudriñando cada día de atrás hacia adelante para hallar en mí algo que ofrecerle. Como un niño hunde las manos abiertas en la arena yo trato de meterlas en mi corazón, pero o lo que hay se cuela entre los dedos o sencillamente no hay nada, porque salen vacías.
Queda poco, pero sé que aún estoy a tiempo. Por eso me afano en la búsqueda.
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