Es curioso comprobar cómo cualquier cosa nos puede servir para reflexionar y aprender sobre nosotros mismos. Acabo de tener una conversación adorable con Ana (y eso es casi como decir que he hablado conmigo mismo), una de mis más antiguas amigas y resulta que cree que el corazón es una especie de escalera. Pues no, Ana, no lo es. Cuando alguien entra de verdad en el corazón de una persona lo hace para invadirlo íntegramente. No hay peldaños para ir escalando; permanecer ahí es un estado, no una competición. La persona que se adentra en el alma de otra la impregna completamente, sin ocupar posiciones. Y ahí cabe tanta, tanta gente.
Y tú sabes que lo hiciste hace ya muchos, muchísimos años. Recuerdo perfectamente un día del mes de julio de 1973 en que nos conocimos. Llegamos juntos Juan, Javier y yo, y ahí estabais todas las niñas rodeando a Mamen. Me pasé la tarde rojo de vergüenza. Aunque ambos sabemos que todo empezó años después en un “Navío” siendo solamente unos preadolescentes. Y aquella noche ya tomaste tu piolet para engancharte definitivamente.
No puedo ni siquiera enumerar aquí los recuerdos, porque esto no sería una simple entrada de un blog cualquiera, se convertiría en un libro; ya sabes que soy capaz de repetir casi textualmente hasta conversaciones en el Mouro, incluso cuando siendo unos niños yo os “confesaba” a Magdalena y a ti. Y los recuerdos en este caso son una marea potente que se extiende a otros: la familia que tú y Curro habéis formado, tus hermanas, tu padre y la presente y queridísima Tille. Desde en Pedreña, hasta vuestro banco lateral en el lado del Evangelio en la misa de 12,30 los domingos en los Redentoristas de Santander. Que no Anuca, que no es una carrera. No se puede hablar de una carrera o una competición cuando a la meta se llega antes de abandonar el punto de salida. Y cuando esto ocurre, el cariño simplemente lo invade todo, se convierte en un Todo, porque se eleva en un tímido reflejo del amor de Dios, el Amor absoluto.
Tú sabes bien donde estás; y ahí permanecerás incluso si el Señor me regala una larga vida y llega el momento en que vaya perdiendo mis recuerdos. Porque entonces volvemos a la niñez.
La charla telefónica que acabamos de tener (casi como aquellas de walkie talkies Esclavas-Escolapios) me ha hecho reflexionar, y rendirme consciente ante la evidencia de que también yo, en ocasiones concretas, pretendo escalar esa misma escalera. Pero eso es un ejercicio equivocado. Muchas veces me apropio de un pseudoderecho a ocupar un lugar que ni siquiera me corresponde; es más, que alguien entre abiertamente en mi corazón no implica que yo lo haga en el suyo. Y eso ni siquiera ha de importarme. Porque el amor no es un dou dest, el amor cuando lo es de verdad no puede sino serlo gratuito, es una donación de uno mismo.
Y para terminar te confesaré Anuca, que me emociona ver que tantos años después, ahora con María y las niñas, en otra ciudad, permanezco en los Redentoristas y no sólo en la misa de los domingos. Puede que no esté bien decirlo, pero me llena de un orgullo infinito.
SI ENRIQUE , QUE SI, QUE TU NO DEJAS NADA AL AZAR. PERO NO IMPORTA ME ENCANTA MI PUESTO Y CON QUIEN LO COMPARTO,PERO ESO TU YA LO SABES. GRACIAS!!!!!!!!
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