Por fin esta mañana he conseguido sintonizar Radio
María en el coche. Me ha costado pero por fin lo conseguí. Desde que madrugo un
poquito más para sacar un rato de estudio por la mañana en la oficina, antes de
que empiece la jornada laboral, he tenido que abandonar Laudes y ¡cómo lo echo
de menos!
Hace ya tiempo que le pedí tímidamente a un sacerdote Redentorista que me viene acompañando que me indicara cómo seguir el rezo de las horas y
desde entonces tengo que confesar que me he enganchado. Obviamente, no las
intermedias, uno hace lo que puede dentro de la estructura de su vida, y las
intermedias no tienen cabida. El caso es que los madrugones me llevaron a
abandonar Laudes entre semana; creo que para hacerlo aprisa es mejor no
hacerlo. Requiere su tiempo y un cierto climax. Parecerá un contrasentido, pero
el atascazo es perfecto. Mejor dicho, lo que es perfecto es poder seguirlo con
Radio María por que el convencimiento de que rezas con gran parte de la Iglesia
se hace realidad. Sin duda, comienzas el día de otra manera. Y a mí me venía
haciendo falta, después de una semana poco acertada, justo la semana –menuda
coincidencia- en que no seguí Laudes. En fin, ya ha comenzado otra. Y de las
torpezas propias no podemos más que aprender, cuando del error hacemos enseñanza
para tratar de no volver a caer en él. Una simple torpeza que, sin intención
alguna, puede herir a los demás. No me habría dado cuenta, si mi torpeza no
hubiera tocado a alguien querido y cercano y que me muestra que, por querido y
cercano, en ocasiones al menos habla con claridad meridiana y confianza lo que
quiere decir que uno algo también le importa. Muchas veces no medimos nuestras
palabras, no le damos importancia, y ni nos enteramos. El caso es que caer,
aparte de las magulladuras, nos da la oportunidad de mejorar. De mejorar y de
poder pedir perdón que cuando se ofende o simplemente decepciona, es un
ejercicio sanísimo; perdón a la persona afectada. Me quedo con eso. Y ahí
vamos, scalando poquito a poco; unas veces parece que te vas a caer al abismo,
otras que te quedarás permanentemente colgado, y de repente viene una mano
firme que te ayuda a asir con fuerza el piolet.
Laudes o cualquier otra oración, cualquiera que nos
ponga de verdad, de corazón en disposición de ofrecer nuestra jornada al Señor
es la mejor manera de empezar el día. Ese sacerdote que me acompaña dio hace
unos meses una charla sobre la oración que por profunda, clara, explícita,
sincera y breve creo que debería ser conocida por todos. He tenido la
oportunidad de releerla recientemente y confieso que no deja de asombrarme. Es
un lujo poder contar con alguien cercano, tan normal y de semejante calado
espiritual; y hacerlo en familia y con mi familia no tiene precio.
El caso es que animo a todo el que quiera acercarse a
descubrir la Liturgia de las Horas a que lo haga sin dudarlo. No es algo sólo
para conventos o sacerdotes; pertenece a todo el pueblo de Dios, “a todo el
cuerpo de la Iglesia”, a todos los fieles, y por lo tanto también a los laicos.
No seáis tímidos, animaos e intentadlo.
Yo hoy me quedo con una parte del salmo 41:
“¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
Salud de mi rostro Dios mío.”
Qué bonito y qué buena lección para comenzar el día ofreciéndolo y pidiendo gracia y fuerzas. Seguimos "scalando"...
ResponderEliminarM.A.