El domingo por la mañana vivimos una preciosa eucaristía en PS. La primera presidida por el nuevo equipo responsable de la catequesis infantil: el P Juan Antonio y Damián un joven y entusiasta Redentorista. Y con ellos una parte del incomparable equipo de catequistas; algo de encuadre dentro de la Comunidad Parroquial como familia, no sólo de manera individual. Estar ahí, como esposo, como padre, en mi Comunidad ha sido algo realmente armonioso; engrandecido por el segundo plano: ver a María en representación de esta pequeña familia saliendo con nuestro Libro de Familia en las ofrendas me ha resultado extraño. Extraño por inusual dado el carácter de mi mujer, extraño por lo hermoso, y extraño por lo significativo. Pero precisamente por todo ello grande y hermoso.
Saberme a los pies del Altar con Toya, Paula y María sujetando los carteles que nos habían dado con la frase “La Familia es la viña del Señor” es algo pleno de sentido más allá de la frase y que, por el momento que estoy viviendo, hizo que todo yo estuviera tratando de absorber cada sensación, de interiorizar cada palabra, de impregnarme de cada rostro. Algo para no olvidar jamás. Pleno de sentido más allá de la frase porque yo era consciente de estar conformado en una familia más amplia; y ahora en bloque, con mi mujer y mis hijas. Una familia dentro de otra viéndose ampliada, conformada y sostenida. Tenía frente a mí a la feligresía mientras el Padre continuaba con la homilía, y yo al escucharle no podía dejar de ver a gente querida, mayores y jóvenes a quienes en poco pero intenso tiempo he podido ir conociendo y queriendo. Mayores entregados por la Comunidad parroquial y unos extraordinarios jóvenes con todo el entusiasmo y la pasión de su edad, cierto, y con toda la fe, todo su empeño y todo el cariño de sus corazones. Lo pueden llamar como quieran, pero eso es también una familia. Y nosotros allí; para mí todo un símbolo, porque cuando mis hijas tengan edad de estar en esos primeros bancos del coro nosotros habremos alcanzado ya “una cierta edad” que dirían en Francia para no llamarte viejo. Y quizás alguno de los chicos del coro sea padre de familia en esta misma comunidad o quizás alguno esté implicado de una manera aún más intensa e imprescindible. Y yo a esas personas, le choque a quien le choque, le pese a quien le pese, las quiero. Y me he sentido enormemente orgulloso de estar ahí con mi mujer y mis hijas, a los pies del Señor y entre ellos. Orgulloso, agradecido y satisfecho por que puedo proporcionar a mis hijas la vivencia de la fe, más allá de nuestro hogar, en el mejor entorno. Y con el ejemplo de unos jóvenes que serán referente para ellas.
Y ni siquiera ha sido el inicio. Ha sido, como dijo Damián el tímido arranque de la locomotora. Iremos viendo qué es lo que nos va trayendo el curso; sea lo que sea, aquí en casa, en el Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid será algo alegre, sorprendente y hermoso. Porque vendrá de la mano de la Familia Redentorista, y la Familia es la viña del Señor.
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